No hay palabra más bonita en cualquier diccionario de cualquier lengua que la palabra madre. Nombrar madre es nombrar vida. Homenajear a la madre es homenajear a la vida. Hoy, y aprovechando la celebración de ayer, voy hacerlo por partida doble, celebrando el día de la madre de la madre, y de la madre del padre. Esas personas doblemente creadoras de vida, doblemente madres que son las abuelas y que me merecen especial consideración y agradecimiento. Ya que el regalo que desde ellas se hace a la vida, es algo que frecuentemente se nos olvida y que en el fondo, al menos en nuestra cultura occidental, no lo valoramos como se merecen. Quiero celebrar la grandeza del origen de la vida de cada uno que se inicia silenciosamente en el seno de nuestra madre y que crece, en la mayor parte de los casos, al calor, al apego y al alimento que encuentra el niño en ellas. Cualquiera que sea la edad que tengamos, el recuerdo de la madre que te ha querido, que te ha cogido de la mano en tus primeros pasos, que te ha acompañado y entendido y te ha ayudado y protegido, cualquiera que haya sido la deriva de tu vida, es algo que se hace vivo cuando recuerdas su rostro y la vuelves a llamar "mamá". Lo dice mi buen amigo Antonio Hidalgo: "Las caricias de una madre nadie las puede olvidar porque en ellas ponen cariño, amor y verdad". Entre todas las voces de la tierra, nunca equivocaríamos la de nuestra madre. Calmaron con su susurro el desazonado llanto de la infancia, aquella nana repetida hasta la saciedad y la dulzura encendida del amor más puro y desinteresado.

Pasa la vida, como dice la letra de la sevillana que cantaba el grupo Albahaca allá en el 2008, y ahora entiendo que te oigo con la voz quebrada, la piel de tus manos envejecida, el paso al caminar mucho más lento, y para tuya y nuestra desgracia, la mente menos lúcida.

Hoy he querido hacer un brindis por todas esas mujeres que han sido y son madres. Hoy, también, he puesto una alfombra roja a esas madres que trabajan en casa y cuidan a sus hijos y sin remuneración; a esas madres que trabajan fuera de casa y a las que, la gran mayoría, que trabajan en la casa y en la calle. Un bellísimo ramo de flores a las que llevan el amor por bandera y que siempre están ahí, en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza.

Aunque no me oigas, yo sí te oigo a ti, mamá.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios