Mis maestros de la Universidad, lo son por dos razones: profesionales y personales porque, para que una persona alcance tal categoría, debe serlo, tanto en el aspecto personal, como en el profesional. Y además en ese orden. El maestro debe formar al universitario, primero como persona, para tener un buen barro que modelar, y, en segundo lugar, como profesional. Los principales han sido, por orden cronológico, don Fermín Capitán, don Ramón Román Roldán, Pepe Mira, Juan José Giménez e Isidro Pérez. Lógicamente, ha habido alguno más, pero en éstos se aúnan circunstancias irrepetibles. Desgraciadamente, solo he vivido tres universidades y un colegio universitario: Granada, Almería y Complutense, y el Colegio Universitario de Almería. De todas aprendí. Y en todas tuve la ocasión de vivir momentos que se quedan debidamente almacenados en mi memoria. Como en cualquier colectivo, he encontrado personas con categoría, "venidas a menos" y otras "venidas a más". Y como cualquier estudiante normal, es decir, de los pertenecientes al grupo "de los del centro de la gaussiana", he peleado por un aprobado y por una matrícula. Ha habido de todo. Hasta he provocado el suspenso en un curso de doctorado, cuando éste me pareció absurdo.

Pero lo que nadie me podrá arrebatar nunca, es mi afecto por los Centros que he vivido, ni mi memoria de ellos. Incluidas las biografías que no los currículums de sus profesionales. En un profesor de Universidad, el ser buen profesional, siempre se ha dado por supuesto. Ahora, para eso están las célebres acreditaciones, otorgadas en función de horas de clase, como si se estuviera valorando, monetariamente, el trabajo de un curso "por encargo", y el lugar que ocupa entre los autores de una publicación. Y ello sin usar "softwares" de análisis de textos. Dicho lo anterior muy resumido y "a vuelapluma", pero sin ánimo de molestar. Con esos antecedentes en las calificaciones recibidas, consecuentemente, si yo tuviera que darlas, serían igual de consistentes. Por eso, jamás las he dado, ni las daré: prefiero "correr un tupido velo" e ignorar lo que no me gusta. Por mi edad, física, prefiero disfrutar lo bonito que alterarme con lo feo. Pero ello no es obstáculo para que, en algunas ocasiones sienta pena por alguna institución, al ver cómo "la infografía" es el alma mater de sus actividades. Su suerte es, que seguimos con la costumbre de resumir la historia de la Instituciones, con una galería de retratos.

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