El mal menor

Sólo cuando aceptamos la realidad podemos empezar a dar pasos para cambiarla

La derrota de Le Pen no es la derrota del Fascismo; todos lo tenemos claro. En la segunda vuelta de las presidenciales, la candidata del Frente Nacional ha obtenido cerca del 30% de los votos emitidos y el futuro Presidente de la quinta República francesa se ha hecho con cerca del 60%. Éstos son los datos globales reales. Los datos publicados son los del reparto del 100% a las dos candidaturas: nos dirán que Macron ha ganado con un 66,06% sobre un 33,94% de la derrotada. Mala manera de hacer las cuentas, porque se está obviando una cantidad de casi cuatro millones de votantes que se han ido al voto en blanco o al voto nulo. ¿Es razonable obviar que un 11,72% de los votantes que han introducido sus votos en las urnas? ¡Se trata de casi 12 de cada 100 electores! Pero, yendo al meollo de que no existe (porque no puede existir, como bien sabemos pues está matemáticamente demostrado) un sistema electoral justo en su representatividad, estas elecciones, tratándose de elegir entre dos -y siendo siempre este sistema el mismo- no puede sorprender que si hay, como en este caso, cinco candidaturas en la primera vuelta, han de ser luego tres grupos de electores los que han de votar a uno de entre los dos triunfadores, que no son su candidato ideal.

Pues me parece una estrategia muy democrática en lo que supone la convivencia plural: consiste en aprender que una cosa es lo que contenga tu candidato natural de tu programa ideal, y por tanto decides qué hacer en una primera vuelta; pero consiste, igualmente, en que aprendamos -también para nuestro caso español, aunque no tenga nada que ver con el francés- que el resultado final de unas elecciones es el fruto de un consenso mayoritario, en el que el peso de mis propuestas puede verse reducido a un tanto por ciento irrisorio…, ¡pero es que es esa mi representación real! Y una vez que aceptemos la realidad, será entonces cuando podremos empezar a dar pasos para cambiarla. Si no lo hacemos así, no nos queda nada más que lamentarnos; eso sí, muy dignos porque no hemos caído en la trampa de elegir el mal menor. Pues nada, caso de haber resultado lo contrario el 7-M, ¿quieren imaginarse ahora a Le Pen dando pasos hacia una desintegración real de Europa, hacia un cierre real de las fronteras francesas, hacia una expulsión real de las personas ya refugiadas en Francia? "Cuanto peor, mejor": ¡já, y es que los lemas lo aguantan todo!

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