Metafóricamente hablando

El mal de nuestro tiempo

Venía por la misma acera por la que ella caminaba distraída, mirando el móvil

Venía por la misma acera por la que ella caminaba distraída, mirando el móvil. Le llamó la atención el paso vacilante de aquel hombre de rostro abotargado, que se acercaba a ella en dirección contraria y le recordaba a alguien, pero no conseguía identificarlo, por más que su mente reseteaba sus rasgos "a toda pastilla". Fue después de cruzar sus miradas fugazmente, cuando le reconoció: era su compañero de pupitre en el colegio, compartieron aula hasta que acabaron el bachillerato. Lo recordaba como un chico divertido, siempre bromeando, un buen jugador de baloncesto, y aunque no era un estudiante brillante, tampoco repitió ningún curso. Finalmente sus vidas se separaron cuando ella se fue a la universidad y el entró en un curso de FP, perdiendo el hilo de su amistad juvenil. Aquella mañana, le pareció otro, no por el tiempo que había pasado sin verle, ya que eran lo suficientemente jóvenes como para que la vida aún no hubiese hecho estragos en ellos hasta ese punto, era algo diferente que no sabía cómo encajar. Quizá esa cara aborregada, que queda después de un anoche de farra y borrachera, tratando de olvidar… O tal vez, la de un ser torturado por su propia mente, que tiene que tomar ansiolíticos…Ya era tarde para preguntarle nada, no sabía si es que él no la vio, absorto como iba, o que, reconociéndola, miró hacia el infinito con la intención de no pararse. Ella siguió su camino, pero al llegar a la oficina, lo primero que hizo fue entrar en internet y buscar su nombre. Tardó poco en encontrarle, ya se sabe que hoy día lo que no esté en la red, simplemente no existe. Había muchas fotos suyas, de viajes, de fiestas y reuniones con amigos, y las que parecía que eran de su vida familiar: una mujer y dos niños, que bien podían ser sus hijos, sin embargo le llamó la atención los textos y comentarios que colgaba, dejaban un sabor tóxico en la boca y en el corazón, eran los de una persona amargada, triste, desesperanzada, como los de un ser que se apaga en la plenitud de su vida. No podía tener más de 45 años, ella los cumplía en unos meses, y eran del mismo curso, las fotografías dejaban claro que tenía buen nivel de vida, no acertaba a imaginar la razón de esa decadencia que exhalaba cuando te cruzabas con él. Recordó que tenían un amigo en común, del que tenía su teléfono, le envió un watsapp comentándole el encuentro, si más descripciones, ni comentarios. La contestación no se hizo esperar, fue clarificadora e inexplicable para ella: "Claro, es Pepote, hace tiempo que no quedo con él, entró en plena crisis de los cuarenta, y sobrevive a base de antidepresivos. Cortó las relaciones con los amigos, sufre el mal de nuestro tiempo". Sentí un dolor ajeno en el pecho, yo, que creía que el único mal de nuestro tiempo, eran las patas de gallo que comenzaban a rodear mis ojos!

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