Como la mala hierba

Me acabo de enterar de que la coca se ha llevado a El Fuly. Habré hablado un par de veces con élBien haría el centro y la derecha de este país en mostrar respeto por la voz de la sociedad civil

Si hace poco censuré la presión del Gobierno sobre los agentes sociales para que cerraran la reforma laboral antes de fin de año, hoy debo aplaudirle por haber moderado su apremio, apoyando el acuerdo final entre sindicatos y patronales en términos asumibles para todos: nadie arrasa, cada uno gana algo y ahora, a faenar duro hasta la próxima. Y a quien toca criticar hoy es al resto de partidos que anuncian su rechazo de plano al convenio firmado, por no sé qué ocurrencias, que suenan al tipo de oposición cerril, como aquellos "no-es-no", sin más razón que el "porque-no", que tanto daño hicieron a la estabilidad del país en la última década. Una pifia de P. Casado, análoga a otros disparates de P. Sanchez o A. Rivera, al anteponer su estética parlamentaria a una Reforma que el sentido común vincula al sentido de estado. Un extravío político que cae en la tentación de usar a los agentes sociales, y abusar del Parlamento, como elementos al servicio de sus miopías partidistas, enceladas en dinamitarse las gobernanzas respectivas, aunque para ello sigan una estrategia invasiva que lo politiza todo y que, como la mala hierba, se extiende y usurpa todos los fueros, con tal de acaparar portadas. Que se inmiscuyen en los ámbitos sectoriales, ávidos de atribuirse cualquier logro social al haber de su gestión política: signo de inmadurez totalitaria que suele acabar en intolerancia con lo que no ayude a engordar el narcisismo partidista. Porque digo yo: si todos los agentes sociales legítimos, consensuan una Reforma Laboral, que les garantiza armonía, ¿cómo se atreven los políticos patrios, o políticas o matrias, a impugnar, por postureos de salón, las reglas consensuadas por quienes las han de soportar? Claro que no pueden. Solo les resta decir amen y ponerse a reflexionar por si en la siguiente ronda, que la habrá, alguno supiera aportar algo mejor y, mientras tanto, oír y respetar la voz de los implicados, sindicatos, empresarios o, ya puestos, el clamor patente, cada día más frustrado, de quienes aspiramos a vivir en paz, o sea el de los ciudadanos rasos que exigimos empujar todos a una para salir de tanta crisis vírica, económica y de liderazgos políticos pueriles que nos asolan. Por eso, bien haría el centro y la derecha de este país (porque de nacionalistas y radicales solo cabe esperar que voten lo que más daño haga al resto) en mostrar respeto por la voz de la sociedad civil.

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