¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

La mala memoria

La presunta Ley de Memoria Democrática es un paso más para la ruptura del pacto del 78

Lo más grave de la presunta Ley de Memoria Democrática no son las medidas concretas que propone, aunque algunas hieden a orwelismo de garrafa, sino el hecho de que supone un paso más en la ruptura del pacto que trajo a España la democracia y la concordia. Desde los años de Zapatero un sector del PSOE y la izquierda populista, representada hoy por Unidas Podemos, ha trabajado incansablemente por envenenar la relación entre los ciudadanos, manipulando la historia y azuzando nuestros fantasmas nacionales. La llamada memoria histórica y ahora democrática ha sido la herramienta con la que cierta izquierda radical ha intentado imponer su supuesta superioridad moral, pese a su complicidad por acción u omisión en algunos de los crímenes más aberrantes del siglo XX. La Transición y la Ley de Amnistía, de la que se beneficiaron franquistas y antifranquistas, fue un paso fundamental para acabar con la anomalía de la dictadura, pero también un abrazo general (y entonces se creía que definitivo) para superar más de un siglo de guerras civiles que habían malogrado nuestro siglo XIX y había inundado de sangre el primer tercio del XX. Pretender acabar con ese espíritu, como se está haciendo, es un gran paso atrás.

Entre los muchos puntos preocupantes y neototalitarios del anteproyecto destaca aquel que introduce la enseñanza de la memoria en los colegios e institutos. La formación ideológica de los estudiantes es algo impropio de una democracia, aunque no creemos que esto importe demasiado a los que consideran "buenos" a los que apoyaron a Stalin o que reivindican a una figura tan manchada de sangre como Lluís Companys. Los padres que nos declaremos insumisos a la intoxicación de las mentes de nuestros hijos nos veremos obligados a desmontar en las catacumbas el relato mentiroso de los comisarios de la memoria. Serán catacumbas para reivindicar la Historia y la memoria verdadera, la que pertenece a los individuos y a las familias, intrasferible, múltiple, contradictoria, la que nunca puede ser impuesta ni legislada.

En la escenografía del reciente encuentro de Pablo Iglesias con ERC y Bildu (golpistas y terroristas de ahora, no de hace 80 años) destacaba un detalle que imaginamos no pasó desapercibido para casi nadie: el cartel que Emeterio Melendreras diseñó para el Ejército Popular, un popurrí de ikurriñas, señeras, banderas rojas, etc, formando la cabeza de un soldado de uno de los dos bandos en los que se dividió España. Esa es la idea que tiene el vicepresidente de la política del siglo XXI. Avisados quedamos todos.

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