La tapia del manicomio

La mala uva

Nosotros, tan inocentes del fútbol como de las redes, lo primero que hicimos fue preguntar con quién jugaba el Barça

El sábado por la mañana, justo cuando mojábamos el cálamo en el tintero para parir la chorrada habitual de los lunes, recibimos una jugosa oferta por una de las innumerables redes sociales: un bar, de cuyo nombre les hacemos gracia, ofrece a toda la clientela presente una cerveza gratis por cada gol que marque el Barça en el partido de esa noche (la del sábado, claro). Nosotros, tan inocentes del fútbol como de las redes susodichas, lo primero que hicimos fue preguntar con quién jugaba el Barça, para ver si nos traía cuenta el desplazamiento hasta el bar de marras. Informados que fuimos de que el Barcelona FC no jugaba ese día, entendimos la polivalencia de las redes sociales, que lo mismo valen para un roto que para un descosido. La gente que se pasa la vida rajando del daño hacen las redes esas, generando tanta mala baba y excitando los odios y las bajas pasiones, no suele tener en cuenta que también valen para el cachondeo y el buen humor. Incluso a veces surgen virgueros, como el autor del citado anuncio, que combinan la mala leche con la gracia postinera. Con evidente ingenio, el hostelero en cuestión ha conseguido una afortunada mezcla de ironía, recochineo con los barcelonistas y alborozo madridista.

Entonces, si estamos viendo que las herramientas, en este caso las redes, se pueden utilizar para lo bueno y para lo malo, ¿por qué hay mayoría absoluta de críticas feroces y otros comentarios negativos? ¿Será por esa misma mala leche que, en general, nos gastamos? Parece que nos gusta más joder que agradar. Es como si dando por saco nos sintiéramos más satisfechos y realizados. El manoseado refrán "piensa mal y acertarás" se inventó mucho antes que internet y toda su reata de herramientas. Claro que es más fácil predecir males, porque si acierta uno, se pavonea diciendo "ya lo dije yo". En cambio, si la negra profecía no se cumple, como todo el mundo está contento de que no haya ocurrido la desgracia, casi nadie se molesta en ir a reclamar al agorero. Y, desde luego, profetizar bienaventuranzas es mucho más arriesgado, porque se cumplen menos aun que las malas predicciones y en este caso sí habrá clamorosas reclamaciones y, como poco, burla y cachondeo generalizados. Será por eso que abundan más los pronósticos negros que los blancos. O será por masoquismo. O directamente por mala follá.

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