Los mamones llorones

Los vivos tienen que buscarse la vida por sí mismos, como siempre hicieron

Ya se sabe; el que no llora no mama. El caso es que hace unos días un grupo de artistas laureados, en su mayoría artistas-marca, de esos cuya fama, prestigio y apoyo institucional-oficial no se fundamentan en el trabajo auténtico ni en una obra reveladora de notable talento, dirigían una indignada misiva al nuevo ministro de Culturas y culturillas para mostrar su malestar por la falta de ayudas a la gente de su gremio y por la supresión, al parecer, de la Subdirección General de Promoción de las Bellas Artes, perteneciente hasta ahora al organigrama de ese ministerio. Incidían también en el agravio comparativo con el gremio del cine y similares, para los que, según parece, la teta institucional sigue manando el abundante y acostumbrado caudal de los cuartos públicos. El grupo, de súbito autoerigido como representante de todos los artistas plásticos patrios, sin haber mediado para ello la más mínima consulta a las bases, está integrado por autores condecorados o melladados por ese mismo ministerio de Culturas y culturillas. Y aunque en el listado había alguna honrosa excepción donde la regla no se cumple, lo cierto es que casi todos ellos son los hijos de siempre malacostumbrados por la madre de siempre, pese a estar ya muy creciditos casi todos. En fin, siempre viene a hablar el que tiene por qué callar y resulta asombroso como aquellos que ya no necesitan la más mínima ayuda institucional -pues han gozado de ella durante décadas, con todo su aparato propagandístico y económico a su servicio, lo que ha redundado en su establecimiento social confortable, sin carencias- vienen una vez más a exigir que la madre no les aparte su teta, cuya propiedad parecen detentar. En el fondo de toda esta cuestión subyace el gran error que atesoran todas las administraciones culturales del occidente desarrollado: apoyar a algunos artistas vivos elegidos-ungidos, promocionarlos y señalarlos como emblema de la cultura al nivel de la históricamente asentada. Estas administraciones no deben estar para eso, sobre todo cuando el patrimonio del pasado se cae a pedazos y hay muchos muertos con un notable legado cultural esperando su turno. Los vivos tienen que buscarse la vida por sí mismos, como siempre hicieron, pues solo así se realizarán como artistas y realizarán una obra sólida para el futuro. Ya se encargará la historia de decantar los productos de calidad. El arte nacido entre algodones no es arte.

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