En manos de un chantajista

¿Cómo es posible que marque la agenda pública ese sujeto? Lo peor es que conocemos la respuesta: hay intereses que reman en esa dirección

Por avatares familiares estoy pasando toda una semana en un país nórdico. No podré agradecer a los dioses el haberme deparado esta oportunidad. Me he alejado de España y eso me ha permitido liberarme de la presión a la que hemos estado sometidos los españoles durante estas últimas semanas. Cuando echo la vista atrás y empiezo a otear aquel panorama no dejo de estremecerme. Por poner un ejemplo, recuerdo los principios de la semana pasada cuando aparecieron unas grabaciones (sean o no sean manipuladas) de un cierto sujeto actualmente en prisión utilizando conversaciones privadas con fines nada loables. Me pareció francamente desafortunada (pero nada más) la utilización de ciertos calificativos. Pero lo malo fue que durante el lunes y el martes los medios de comunicación no dejaron de difundir aquellas grabaciones. En los informativos empezaban recordándonos lo que había dicho hace una década una actual ministra; a continuación, las tertulias se empecinaban en darle vueltas al asunto, acentuando el malhadado proceder de aquella persona, machacando aún más el ambiente; y, como colofón, muchos políticos de la oposición, dándoselas de auténticos cátaros, vapuleaban a la ministra pidiendo obviamente su dimisión inmediata. Estuve tentado de apagar radios y televisiones y no abrir periódicos, saciado y hastiado de tal comportamiento. Básicamente porque parece que en nuestro país no había ningún otro asunto que tratar ni dentro ni fuera del Parlamento sino aquellas palabas en aquella comida agravadas por la contaminación que sufrieron todos los comensales por la presencia de Villarejo. Esas grabaciones marcaron la agenda política durante esos días, igual que había pasado con las grabaciones al Rey emérito o la compra de un chalet, al parecer lujoso. Quizá estando en España se pueda perder la perspectiva. Pero cuando se analizan estas situaciones desde fuera, no deja de ser una auténtica vergüenza la imagen que llega de la política española. ¿Cómo es posible que marque la agenda pública un sujeto de esa catadura? Lo peor es que podemos conocer la respuesta: porque hay intereses que reman en esa dirección. Y son intereses espurios, por no decir denigrantes. Si tuviéramos dignidad, por mucho que nos favorecieran esas revelaciones serían dejadas de lado inmediatamente. Pero no los dejamos de lado. Como no hay problemas parece que los inventamos. Y mientras, se pudren pensiones, presupuestos, Cataluña.

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