La tapia del manicomio

Dos máquinas

No es que se vaya a conseguir el récord Guiness de retrasos, pero podemos aproximarnos y sumarlo al del gazpacho más grande

Dos gardenias para ti, con eso quiero decir: te quiero, te adoro, mi vida. Dos locomotoras para Almería, con eso quiero decir te cuido, te mimo, cariño, eres la niña de los ojos de la Renfe. ¡Y nosotros nos lo creemos! ¡Qué cipotes somos! No es que creamos que no es verdad que las vayan a poner a pares, como los tiros de mulas. Es que creemos que con dos habrá el doble de probabilidades de que se escacharren. Cuantos más elementos defectuosos entren en un conjunto, más probabilidades de fallo existen, como puede verse en cualquier manual de estadística.

Porque, como no dicen que vayan a poner máquinas más modernas, lo que sospechamos es que serán de la misma época (predemocrática) y de la misma calidad de las actuales. Está claro que si tuvieran disponibles algunas locomotoras más nuevas ya las habrían puesto, en vez de poner dos en cada tren, "albarda sobre albarda", como decían nuestros clásicos. O sea que, como el retraso diario es de tres horas de media, con dos máquinas podrá llegar a seis con un poco de suerte. No es que se vaya a conseguir el récord Guiness de retrasos, pero podemos aproximarnos y sumarlo al del gazpacho más grande del universo mundo. Que, por cierto, esperemos que nadie impugne el susodicho gazpacho porque le faltaban dos ingredientes imprescindibles: el ajo y el pan.

Y encima, mientras que a nosotros nos quieren contentar con dos máquinas del tiempo de Watt, a los granaínos les enchufan ya al AVE. Agravio comparativo que se une a tantas injusticias históricas. Y eso que como dice el refrán "cuando Almería era Almería, Granada era su alquería". Encima han subido otra vez a Primera, mientras que aquí nos damos con una piedra en las espinillas porque este año no hemos sufrido hasta el minuto noventa del partido final, como en los último cinco años.

La envidia que nos corroe está más que justificada. Alguien se habrá extrañado de que utilicemos la frase de la piedra en las espinillas en vez de la habitual "darse con un canto en los dientes". Eso es debido a que nos acordamos de cuando decíamos. "Mamá, me aburro", te contestaba: "Pues date con una piedra en las espinillas". Y así hemos salido de masoquistas. Menos mal que nos conforta este otro dicho de aquellos tiempos de nuestra infancia: "hambre que espera hartura no es hambre ninguna". Da igual que esperemos al AVE para 2030 o 2040. Tenemos más aguante que Job.

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