Viajar hasta Mallorca, decía la canción. La pandemia vuelve a colocarnos frente al espejo… y no nos gusta lo que vemos. Después de un curso donde hemos tenido terminantemente prohibido el trabajo en grupo, la mezcla de clases, las aulas específicas de música, plástica y tecnología, la entrada de cualquier persona en el centro, juntarse los distintos grupos en el recreo, semipresencialidad a partir de 3º de ESO con toda la carga mental que supone para el alumnado, profesorado y familias… llega el mes de junio y como ya no hay estado de alarma, aprovechamos para organizar el ansiado viaje de estudios, que tanto deseábamos. Ya se han producido cerca de dos mil contagios. Ante el confinamiento de jóvenes en hoteles, la respuesta de algunas familias es denunciar a la Consejería de Salud balear, a los institutos o al profesorado. Se lanzan comunicados del profesorado alegando que no son viajes organizados por el centro y alguna Consejería de Educación alega que todo estaba perfectamente organizado y que se pidieron las autorizaciones pertinentes a madres y padres.

La gran pregunta sería, ¿de verdad necesitamos que nos prohíban algo cuando de antemano sabemos de sobra lo que puede suceder? Se puede ir a Mallorca, se puede ir a la playa, se puede comer en restaurantes, tomar algo en discotecas… pero siempre con mucha precaución y moderación. ¿Pensamos que no va a pasar nada porque grupos enteros de adolescentes vayan en masa de «viaje de estudios»?.

Hay que poner entre comillas lo de «viaje de estudios», porque debemos llamar a las cosas por su nombre, sin eufemismos: es turismo de borrachera, juerga y desvarío. Puro y duro. Por tanto, quizá ha llegado el momento de plantearnos, desde las instituciones EDUCATIVAS si debemos colaborar en este tipo de viajes, de algún modo. No son viajes donde el interés sea conocer algo nuevo, visitar lugares, adquirir nuevos conocimientos o promover el diálogo y la convivencia entre los jóvenes. Es turismo de borrachera. Aunque el alumnado lo demande y las familias hagan la vista gorda, los centros que se dicen «educativos» no deberían colaborar en el aumento de la tolerancia al alcohol (u otras sustancias), el número de ligues y el número de juergas. Canten conmigo, queridas familias, docentes, alumnado y autoridades: «será maravilloso… contagiarse de COVID», o bien «será maravilloso… beber hasta el coma». Elijan ustedes la versión.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios