Estepaís, España, tiene una idiosincrasia perversa, que le hace desarrollar cada día una identidad democrática de particular contradicción, populista y excluyente, que en vez de avanzar con sentires cohesionados humanísticos hacia adelante, las ideas políticas simplistas ideológicas y degradantes que desean implementar no coadyuvan, no solo a mejorar, sino a mantener, lo que queda del estado de bienestar social como justicia social, alcanzados tras años de conciencia, obra y deseo, pero eclipsados por el grado de corrupción institucional.

Es obvio, nunca vamos a satisfacer las expectativas de todo un país, que educacionalmente nos han hecho ser forzosamente diverso culturalmente, asimétrico y antagónico tras el establecimiento del régimen autonómico, sin las ideas claras sobre un proyecto común de convivencia que nos llevase a un futuro mediato con estabilidad en la política nacional, que permitiese con los créditos de la UE la reconstrucción o recuperación del tejido social y económico de forma cohesionada, evitando mayores disociaciones a las actualmente visibles a pie de calle.

Teniendo presentes las cuestiones dramáticas de la pandemia sanitaria, hay otros hechos acontecidos, al menos, para preocupación de la sociedad civil, como son la monitorización de las redes sociales, los acuerdos con Bildu, el ataque y derribo de la Monarquía parlamentaria y de la Iglesia Católica, el Golpe de Estado en Cataluña que se blanquea de forma sibilina, el caso Dina, la reunión de un ministro español con una ministra chavista en una zona neutral de Barajas y para broche el encuentro de otra ministra con el mandatario de nuestro siempre español Gibraltar.

Esto no marcha bien. Sin verdad ni arte en la oratoria de sus señorías en la sesión de control en el hemiciclo de la Carrera de San Jerónimo con teatralizados y profanadores aplausos de una parte de la Cámara Baja, olvidando la ceremonia laicista y el funeral religioso dedicados a las víctimas de la Covid-19 en concordancia, sí o sí, con la cuestionada mala gestión pública, por sentirnos reembolsados con ocasión de los ajustados eurillos del rescate económico, cuyo codicioso reparto veremos a ver cómo maquiavelamente se realizará, al no extrañar que sea otro motivo más de vejación política interterritorial, ahondando la división de España.

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