Carta del Director/Luz de cobre

Fuera mascarillas, la vida se impone

Las mascarillas nos han lastrado tanto en este tiempo como vidas han salvado. Pero todos hemos dicho basta

Concluye hoy la Semana Santa de la vuelta a la normalidad. A partir de la semana próxima, incluso, las mascarillas no serán obligatorias en espacios públicos ni en locales cerrados. La vida se abre paso en la misma medida que el virus parece, sólo parece, que por primera vez en dos años de pandemia está controlado. Será tratado como si de una gripe se tratase y a partir de ahí vivir, vivir y vivir.

No les extrañe, por tanto, que este tiempo vacacional, de asueto y descanso, trufado con los desfiles procesionales y la religiosidad, haya sido el de la apertura sin límites; el de la ausencia de miedos; el de las salidas masivas. Un tiempo en el que el riesgo o cualquier sinónimo ha sido arrinconado en una esquina del cerebro, quizá para no volver. ¿Quién sabe?

De nada han valido las recomendaciones de las autoridades llamando a la prudencia, al respeto de las distancias de seguridad o a la sensatez necesaria en estos casos. La vida se abre paso como si no hubiera un mañana. Atrás quedan el sufrimiento, los contratiempos, el dolor, la distancia social, los encierros y las mascarillas. Nos han lastrado tanto en este tiempo como vidas han salvado. Pero todos, o casi todos, hemos dicho ¡basta!

Se divisa un nuevo tiempo en el que las vacunas han hecho su trabajo por un lado y la inmunización colectiva por otro, para dar de lado a un virus que nos ha 'robado', se mire como se mire, dos años de vida que nadie nos va a devolver. Entiendo el "despiporre" colectivo acontecido durante la Semana Santa. Comparto gran parte de la explosión general de los ciudadanos lanzándose a las calles y a viajar como si fuera el primer día de rebajas en unos grandes almacenes, en los tiempos en que internet y las ventas on line aún no habían alcanzado su cenit.

No comparto, quizá atenazado todavía por un miedo atávico, -producto creo de la sensatez-, que una vez abierta la veda, la salida haya sido similar a la de un miura cuando abren la puerta de toriles. Andar por cualquier calle o por las zonas turísticas ha sido como antaño. Liberados de cualquier peso y finiquitado el luto por la pandemia, las familias regresan a la normalidad que el virus nos quitó y que el trabajo de sanitarios, investigadores y nuestra propia responsabilidad, nos han devuelto.

Bienvenidos los tiempos en los que la vida transcurre con el tedio y las certezas de siempre. Nueva y vieja normalidad confluyen en la desembocadura de una coyuntura que se me antoja propicia, a pesar de los nubarrones que nos amenazan desde el centro del continente en forma de guerra y muerte. Pero son tantas las ganas de salir adelante, tanto el tiempo por vivir, que la fuerza de la constancia construye ya un futuro pródigo de bienestar y crecimiento. Las tormentas, no les quepan duda, pasarán para dar paso a la vida.

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