El mecanismo de un botijo

En un mundo vivido a golpe de clic resulta reconfortante la paz que reporta lo tradicional

Sabían que un botijo tarda una media de siete horas en enfriar el agua? No se le puede dar más potencia y no tiene ninguna app para controlar su temperatura desde la distancia. Sencillamente tarda lo que tarda. Es lo que es y no hay más.

Y esto rechina un poco en el mundo actual. Ahora nos comunicamos con nuestra gente de forma inmediata, consumimos series a golpe de clic y el último cachibache que se nos antoja llega siempre a la puerta de nuestra casa en un santiamén.

Muy lejos queda la época de llamada al fijo (quién lo tuviera) y dejar recado si te pillaba fuera. Atrás queda despabilar para llegar al videoclub antes que otros y hacerte con la peli que esa noche querías ver. Y no hablemos del viacrucis que, santa penitencia, se te imponía si querías encontrar determinado producto en los comercios de tu ciudad. "Yo eso no lo tengo pero pregunte usted en…"

No soy tan viejo como para añorar tiempos pretéritos ni tan hipócrita como para abominar de la tecnología que me facilita la vida. Pero me considero afortunado al haber tenido la oportunidad de vivir de otra manera, con otros tiempos.

El principio de placer o la obtención de gratificación ha sido siempre el auténtico motor de la humanidad. Nos movemos para obtener aquello que deseamos. Siguiendo este silogismo resulta fácil deducir que si lo que queremos se nos presenta rápido, fácil e inmediato la tendencia natural será a movernos cada vez menos, a convertirnos en sujetos gordos, pasivos y estúpidos.

No menos importante me parece recordar que el circuito básico de recompensa inmediata resulta elemental en las adicciones. Nadie es adicto a plantar tomates. Puede ser tu trabajo o tu afición pero nunca una adicción. Transcurren meses desde que planificas la siembra, preparas el sustrato, las riegas y las curas hasta que finalmente recoges sus frutos.

Sin embargo ciertas sustancias, el juego o las compras por internet reportan satisfacción inmediata y eso engancha.

Por tanto, una vez más y como siempre, en el término medio está la virtud. Que las facilidades que reporta la cultura de la inmediatez en la que estamos inmersos no nos lleve al culto a la estupidez. En un mundo vertiginoso resulta un contrapeso sano disfrutar de actividades que requieran su tiempo y debida planificación. Aunque el mundo entero ya quepa en un bolsillo sigue siendo necesaria una tomatera creciendo tranquila y un botijo en la cocina.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios