Todos los años, al acabar la Feria, el alcalde (este año, alcaldesa) comparece muy ufano ante los medios de comunicación y declara solemnemente que la de este año ha sido la mejor Feria de la historia (hemos optado por poner Historia con mayúscula en el titular). Esto es lo que se ha dado en llamar "Efecto Samaranch", que se originó en el ya lejano 1992, cuando los Juegos Olímpicos de Barcelona fueron considerados oficiosamente los mejores de la historia del olimpismo. Desde entonces, cada cuatro años Samaranch repetía el mismo mantra, y sus sucesores en la jefatura del COI siguen calificando la última Olimpiada como la mejor de la historia.

¿Por qué la Feria de Almería iba a ser menos? Aunque sea una celebración mucho menos importante que los Juegos, también tenemos derecho a presumir. Claro que ningún alcalde ha llegado al nivel de autobombo al que llegó Fernando Martínez, que afirmó durante su mandato que la de Almería era "la segunda mejor feria de Andalucía". No sabemos a cual le adjudicaba el primer puesto: ¿A la de Abril de Sevilla, a la del Caballo de Jerez, a la de Málaga, al Corpus de Graná, al interminable Mayo de Córdoba, a los Carnavales de Cádiz, a las Colombinas de Huelva…? Reñida competencia, y más aun si incluimos otras menos nombradas como las de San Lucas en Jaén, la de la Manzanilla de Sanlúcar o la de Pedro Romero de Ronda, que también son de reconocido esplendor.

Eso sí, este año tenemos otro punto a favor de la Feria almeriense y es la ausencia de iluminación en el Paseo: le han hecho caso al Gobierno aunque sea del partido opuesto; y, además, no hay por qué competir con Vigo. La ausencia total de bombillas ha estado compensada con un buen puñado de chiringuitos-merenderos y tenderetes de venta, que le han dado a nuestra (todavía) calle principal el aspecto de una auténtica feria de pueblo de las de hace medio siglo. No ha faltado la música a todo volumen, especialmente la de una estruendosa charanga que ha competido durante seis o siete horas con los altavoces desmadrados de los susodichos chiringuitos. En esto del ruido sí que podemos competir sin complejos con cualquiera. Así que, lo mismo que ya tenemos "Escoba de Oro y Escoba de Platino sin necesidad de limpiar demasiado, podríamos pedir (y obtener previo pago) un galardón tal como el Sonotone de Oro o la Trompetilla de Platino-iridio a la ciudad más silenciosa y respetuosa con la salud auditiva. De los pestazos ya hablaremos otro año.

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