La memoria y la educación

De mis años de estudiante recuerdo muchas cosas salvo la mayor parte de lo que hube de meterme entre ceja y ceja para aprobar y pasar de curso

Otra reforma, otra promoción despistada, otra oleada de ruido. Ya estamos como siempre, arreglando el mundo mientras la realidad se nos escapa entre los dedos. Discusiones sobre las materias, vale. La eterna pregunta de para qué sirve la educación, toma. El debate de los métodos y las herramientas, ea. Es muy llamativo ver cómo se despacha con el trazo grueso propio de los titulares de prensa la cuestión del uso de la memoria, que se ha acabado convirtiendo en la percha de los palos: se vierte mucha opinión y falta algo de reflexión. Parte del problema, me parece, surge de la confusión de fines y herramientas: un teclado, por ejemplo, no es bueno ni malo, todo depende de que se use para quebrar los sistemas de la Agencia Tributaria o para escribir una bella poesía.

Pienso en mis años de estudiante y recuerdo muchas cosas salvo la mayor parte de lo que hube de meterme entre ceja y ceja para aprobar y pasar de curso. Será incapacidad mía, pero no logro recitar las montañas y ríos (afluentes incluidos) de la Península Ibérica, ni pasar de la tercera columna de la tabla periódica de los elementos, ni tampoco recuerdo la fórmula del ácido clorhídrico. Sin embargo, me acuerdo de los autores de nuestra lengua o de la tabla de multiplicar. Más aún, sé buscar esos elementos que no recuerdo. El problema no está en mi memoria, que tiene fama de no ser especialmente mala, sino en cómo y para qué nos hicieron usarla: empollar, reproducir y olvidar es inevitable si los contenidos que se han retenido para el corto plazo (el examen) no van acompañados de una experiencia, una práctica, que convierta la información en un aprendizaje.

¿Significa esto, como rezan los titulares de trazo grueso, que haya que acabar con la memoria? Creo que no: bien usada, es una de las mejores herramientas que tenemos a mano. Así lo planteaba Ray Bradbury en su "Fahrenheit 451" con el grupo de personas que memorizaba los libros que los bomberos quemaban: no era por gusto, sino para que siguieran vivos. Hace dos mil años, escribió Marco Fabio Quintiliano en el inicio de su gran tratado de Retórica: "En los pequeños, es síntoma de inteligencia sobre todo la memoria, que tiene una doble utilidad: entender con facilidad y retener bien". La memoria sirve para conectar ideas nuevas con las anteriores e intentar que no se nos vayan de la cabeza. Cada vez que nos hablen de la memoria, deberíamos recordarlo.

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