De Reojo

José maría requena company

Las mentiras y sus colores

Mentiras las hay de todos los colores: piadosa, altruista, blanca, oprobiosa egolátrica o negra

Ya sabemos que el color es algo subjetivo que percibimos a través de un complejo proceso bioquímico de descomposición lumínica, el mismo proceso que usamos para otras armonías homeostáticas, cuyo potencial sensitivo se proyecta en expresiones estéticas y vivenciales. Un sesgo que la sociología moderna dio en rehabilitar para colorear la variedad de las mentiras según su finalidad. Propósito que parte de la fatigosa evidencia de que mentiras, las hay de todos los colores por más que no sea igual una mentira piadosa, altruista, ideada para consolar, que llaman blanca, que esa otra oprobiosa o egolátrica que nace para burlar al ingenuo y sacar provecho injusto del engaño, como es la mentira negra. Aunque la reina de los embustes en la paleta de las falacias sociales son las llamadas "mentiras azules": ese tipo de bulo carismático que, aun siendo absurdo, se asume por muchos, con tal de no desentonar con su entorno. Una asimilación que no emerge de la razón, sino como un resorte emocional en defensa del colectivo al que se sienta uno vinculado. Que funciona como argamasa endogámica de todas las sectas y clanes que la historia han sido. Y no son pocas, no crean. Con un denominador común: cuanto más radicales sean los rigores rituales (votos de profesión, donación patrimonial, ayunos, celibatos, reclusiones), más fuerte será el vínculo de pertenencia acrítica e irracional al colectivo del que se trate. Un apego que ya detectó Cervantes en su don Quijote, tan juicioso en algunas razones y tan desvariado en todo lo tocante a la "pizmienta caballería andante". O sea, un "mal encantamento" que favorece que tales mentiras azules saturen la capacidad de raciocinio de los profesantes, que las aceptan como categóricas, abducidos por una especie de cortocircuito neuronal, del que ninguno andamos a salvo. Un tipo de trastorno psicogrupal que explicaría la fe ciega de millones de americanos en el falaz "fraude electoral" que trompetea Trump. O en el estrafalario voto cautivo de afiliados políticos por estos lares. Algo inexplicable ante tantos y tan gruesos embustes azuletes, que uno y otros justifican neciamente, para salvar su pureza como líderes. Olvidando que el único color social decente es el transparente porque, en su trasluz, permite forjar la fama que merezca cada cual por su gestión de los recursos públicos y la coherencia con lo prometido: que solo la verdad, nos hace libres.

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