Una y mil vidas

Hay quien vive una vez, otros no lo hacen nunca y algunos creen que una sola existencia no es suficiente

Una vez un sabio simbolizó al ser humano como un espejo del universo. Nuestra alma refleja tantas realidades como posibilidades existen ahí afuera. Pero ello implica también que somos responsables tanto de lo que hacemos como de lo que obviamos. Nuestras acciones y omisiones tienen repercusiones en órdenes de magnitud desconocidas aunque el epicentro, claro, tiene lugar en nosotros mismos.

Algunos le acaban cogiendo la medida y apuran, sorbo a sorbo, cada minuto de su existencia. Conscientes de la levedad del ser se consagran a la vida de forma auténtica. Aceptan el resultado del sorteo con deportiva estoicidad. Sonríen cuando les toca la pedrea y maldicen si les alcanza la pedrada. Pero no pierden un ánimo que les mantiene equidistantes entre la incertidumbre de lo que está por llegar y la certeza de lo que seguro va a venir. Estamos en el bombo y nunca se sabe si el premio gordo es una dádiva o una caja de madera. Para estos triunfar es no desfallecer, el éxito una conciencia tranquila y la fama la dueña de un viejo cabaret.

A otros, en cambio, la vida los arrolla. Se mantienen prisioneros del miedo, incapaces de adaptarse al compás del mundo. Cargan contra el pianista porque el acorde les pilla siempre a contrapié. Disparan al mensajero que siempre trae la noticia equivocada. Frecuentan la queja mientras trasegan copas cargadas de rencor. A fuerza de huir acaban por dejar de estar; acostumbrados a pedir se olvidan de dar. Son presa del desamparo porque no hay consuelo para el que exige lo imposible. Son aquellos que desaparecen siquiera sin haber nacido.

Pero hay también a quien no le basta con una existencia; hay quienes viven más de una vez. Destinados a convertirse en una estrella eterna no permiten que las fugaces las arrastren consigo. Nacen por destino, fracasan por ventura pero, justo cuando parece que van a apagarse se iluminan con remozado vigor. Aún no toca. Nuevas ilusiones conforman una nueva vida, en definitiva. En ocasiones alcanzan el firmamento en solitario y otras (maktub) en compañía de otra luz que multiplica su brillo en gotas de infinitas y eternas posibilidades.

Algunas personas vivirán eternamente y otras, lamentablemente, se irán antes de haber existido.

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