Por una mirada

La mirada supone no sólo ver sino interpretar; mirar también es proyectar nuestras emociones

Caminaba despacio, deteniendo su mirada en aquellos con los que se cruzaba. En sus ojos, pensaba, podía leer tanto el anhelo como la desazón que los turbaba. Sentado en una parada de bus vio a un hombre menudo, con gafas redondas, ridículamente abrigado para la estación que correspondía. Sus ojos se movían nerviosos, como los de un ratón huidizo. Consultaba el reloj constantemente a la par que giraba su cuello para atisbar el final de la calle.

Al otro lado de la calle un padre llevaba de la mano a su hijo. Lo miraba con ternura, contestando a sus preguntas. Su boca esbozaba una mueca indeterminada pero bastaba mirarle a los ojos para comprender que disimulaba, divertido, una sonrisa ante alguna ocurrencia infantil.

Caminó un poco más y ella misma se detuvo bajo la sombra de un ficus. Desde allí podía observar sin ser vista, en una suerte de misión secreta que buscaba entender el alma humana atendiendo a su espejo más accesible: la mirada.

Aquí dos amigas de mediana edad andaban a buen paso. Aligeraba una el peso de sus cuitas en la otra recogiendo esta sus desgracias con una mirada de comprensión infinita. Allí alguien pedía limosna en la entrada de un supermercado. Unos ojos muy abiertos parecían digerir aún la sorpresa de verse así. Y acullá la mirada que siempre ha inspirado a los poetas. Dos enamorados, sentados en un banco se lo decían todo sin hablar.

"Por una mirada un mundo" escribió una vez Becker. "No sé tu nombre, sólo sé la mirada con que me lo dices" apostilló Benedetti. Y es que la mirada ha ocupado gran parte de los sentimientos y pensamientos del ser humano desde sus inicios.

Supone mirar no sólo ver sino integrar aquello que nuestros ojos enfilan; analizar e interpretar un universo cambiante pero único para cada uno de nosotros. Mirar también es proyectar. Todas nuestras emociones, en todos sus matices y colores se conducen a través de nuestra mirada forjando una vidriera sólo inteligible a quien quiera y sepa asomarse a la balconada de nuestro ser.

Resulta la mirada el postrero bastión de la libertad puesto que sólo en su instante dejamos de ser presos de lo convenido y esclavos de la galería. Miramos lo que deseamos y miramos como queremos. Y en la mirada se halla también la última frontera. De un lado, hacia afuera, el mundo. Del otro lado, hacia dentro, Nuestro Mundo. Quédate con quien mire en tu mirada. Somos como miramos, miramos como sentimos.

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