República de las Letras
Agustín Belmonte
Prólogos
Decía el otro día que el restaurante del Club de Mar ya era, desde hace años, distinguido por su emplazamiento, equipamiento y servicio, pero que la cocina no estaba a la misma altura. Añadí que con la nueva empresa y el fichaje de un magnífico cocinero –Ferrán Polls- podía llegar al más alto nivel. Tengo que adelantar que he tenido una relativa decepción. Me explico: la cocina ha mejorado mucho y también el local ha sido reformado a fondo, destacando aun más las excelentes vistas, con gran luminosidad y decoración elegante.
El servicio, numeroso y bien organizado, sigue siendo profesional, amable y eficaz. Me choca el pinganillo en la oreja de los camareros; es una manía mía, pero gusta tan poco como las cartas en QR. Me apresuro a decir que aquí la carta es en papel, bonita y bien nutrida, igual que la carta de vinos, que es importante, con muchas marcas de alto nivel, variada y bastante completa.
La decepción –relativa, repito- es porque esperaba la cocina de Ferrán, que conocía por sus anteriores restaurantes, y en la carta solo aparece en contados platos. Por ejemplo, en unos deliciosos puerros con algas, perfectos de punto y sabor. Y en una codorniz con la pechuga “saignant” y muy bien aliñada.
El grueso de la carta lo componen platos más impersonales, habituales en muchos restaurantes, como arroces, fideuas, pescados y carnes, en preparaciones clásicas, y una selección de productos y conservas de alta gama. Nada criticable, al revés, el comedor se llena a diario, y no es pequeño. La calidad de esos platos no es mala, al contrario: la lecha que tomé era fresca, aunque algo pasada de cocción (para mi gusto, que soy algo crudívoro) y acompañada por patatas y verduras cocidas.
Los boletus no eran boletus sino setas de cardo japonesas, aunque le pongan ese prestigioso nombre en las fruterías. Eso sí, eran pequeños, tersos y acompañados por un huevo estupendo. Los tres quesos de la mini tabla que pedimos eran correctos sin más. En resumen, el nuevo Club de Mar es un restaurante precioso, agradable, bien servido, con buenas opciones comestibles y bebestibles. Mi pequeña decepción es porque –agonioso que es uno- esperaba aun más. Esperaba la cocina de Ferrán en ese entorno privilegiado, arropado por una empresa muy profesional que ha conseguido mejorar el magnífico soporte que han pasado a gestionar.
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