Mientras el mundo gira

Andrés Caparrós

El mono azul

Asociación Antiguos Alumnos "San Juan Bosco" de Almería: Estimados compañeros/as: Ya es oficial el acuerdo del Ayuntamiento de Almería; denominar como "Glorieta de la Formación Profesional" la existente en la parte alta de Avd. del Mediterráneo de Almería donde actualmente se encuentra ubicado el pórtico de la entrada principal de nuestra añorada Escuela, lo que os comunico para vuestro conocimiento al tiempo que doy traslado literal del acuerdo adoptado por el Ayuntamiento. Recibid nuestros saludos. ¿Quién nos iba a decir que aquellos chavales con mono azul que éramos nosotros tendríamos al final de nuestras vidas un reconocimiento tan conmovedor? Pocos almerienses de las nuevas generaciones saben qué son esas columnas. Los extranjeros pensarán, incluso, que a lo mejor rememoran hechos heroicos de una civilización antigua inidentificable. En realidad, algo así fue. Y nosotros, los héroes. Nosotros, con nuestra humildad, nuestra inteligencia, nuestra alegría, fuimos la esperanza de nuestros padres, la forma en que educándonos y mejorando curso a curso, sentían suavizarse las heridas y los miedos, el rastro de la maldita guerra. ¡Cuántos recuerdos nos hermanan!: la sirena cuyo penetrante y ensordecedor sonido llegaba hasta La Chanca; nos anunciaba la hora de entrar o salir del taller, de empezar o terminar las clases… Andando el tiempo supe que así se nos preparaba para el trabajo fabril, lo que más falta hacía en España; aunque las personas mayores, inconscientemente, la asociaban más al terror que les produjo la inminencia de un bombardeo, lo que les apremiaba a buscar del refugio más cercano. La bonhomía de don Rafael o don Eloy, directores que yo conocí; la manera de fumar y enseñar matemáticas de don Francisco Sainz Sanz, la santa paciencia de doña Dolores Estéllez, profesora de literatura, el genio vivo del maestro Pepe cuya habilidad con las gubias me hizo querer ser tornero. Las celebraciones del Día de San Juan Bosco que disfrutábamos juntos profesores y alumnos, cuando yo siempre cantaba, tanto si me lo pedían como si no. ¡Qué hermosa era aquella camaradería! Y las prédicas de don Bartolomé, o su ejemplo de humildad que tan claramente veíamos cuando se quedaba siempre en la esquina de las fotos del grupo de profesores. ¡Cuántos, cuántos recuerdos! Para la sociedad clasista de nuestra ciudad, éramos los estudiantes pobres. No llegaríamos a puestos de relevancia social. Pues bien, infinidad de vosotros habéis desmontado aquel pronóstico. Por mi parte, aquí dejo constancia de que me siento orgulloso de mi título de Maestro Industrial, y de haber sido durante ocho años inolvidables, compañero y amigo de muchos de vosotros. Un abrazo fuerte y jubiloso. ¡Enhorabuena! ¡Nos lo merecíamos, cojones!

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