El monstruo que hay en tí

El hombre es un lobo para el propio hombre (Thomas Hobbes, filósofo)

Se levantó despacio y miró sus manos como si en ellas estuviera escondido el alivio a tanto sufrimiento. El susurro de final del pasillo pronto se convirtió en clamor. En seguida entraron en tromba, le vendaron los ojos, le ataron las manos y le arrastraron a un patio sucio. Tiritaba, estaba helando. Alguien gritó, sintió un golpe seco en la cabeza y cayó mareado sobre la nieve. Así pensó. El monstruo se alimenta de frío y miedo. Cada grito, cada lágrima le hace más grande, más fuerte. Se viste de rabia y se perfuma con gotas de odio. Existe desde siempre, acompañándonos incluso antes de que aprendiésemos a caminar. Acecha en las sombras pero te asalta a cara descubierta. Te roba la bolsa y la vida; rompe tu reloj de arena y esparce sus diminutos granos por el infinito cosmos que suponen tu hogar y tu familia. Derrama sueños y arranca tus esperanzas.

Cuentan que el universo se expande, pero no nos dicen que él también crece de esa forma. Tiende a infinito porque la miseria y la codicia no conocen límites. Vivimos de espaldas al monstruo. Nos engañamos sintiendo que seduce a otros más débiles, que alcanza a quien antes cometió algún error. Pero no, en verdad sucede que nos aterra ver su reflejo junto al nuestro en el espejo donde atusamos nuestro ego. El monstruo sale en televisión, puede ser "youtuber" o "tiktoker". Sus cuentas rezuman likes porque nos hemos acostumbrado a mirar pero pocos recordamos ya cómo ver.

No le podemos vencer, para qué engañarnos. Pero sí podríamos hacerlo pequeño, debilitarlo y someterlo a la luz. Aunque cuidado porque se revolverá y atacará como esos animales salvajes acorralados.

Una patada lo sacó de sus pensamientos. Sintió como lo incorporaban. Más gritos. Esta vez a otros desgraciados que se apelotonaban en el mismo rincón. Una voz ordenó silencio. "¡Carguen armas! ¡Apunten! ¡Fuego!". Los disparos se desparramaron en macabro coro con las voces que suplicaban por sus vidas mientras se orinaban encima. Luego risas de unos, estupefacción de otros. Hoy no, deslizó el oficial al mando. Más risas, más golpes y vuelta a la celda.

Asesinatos, burlas, crímenes, abusos. "¿Cuántas veces habría sucedido algo así?" pensó. "¿En cuántos lugares no estaría sucediendo una escena similar?" se preguntó. El monstruo era grande esa noche. No les culpaba, él habría hecho lo mismo si las tornas fuesen otras. El monstruo está en todas partes, también en ti.

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