Gafas de cerca

Tacho Rufino

jirufino@grupojoly.com

La mucha pasta es una ruina

Un sueño hecho realidad muy bien puede acabar en pesadilla, porque, como dice una canción de Queen, "demasiado amor puede matarte". Soñamos con hacernos ricos gracias a uno de los décimos que llevamos del Gordo y el Niño: con olvidar cómo se pone el despertador en el móvil, con viajar a todos los lugares como -según- Phileas Fogg dando vueltas al mundo a globo sacado y así llenar de chinchetas de colores el mapa del despacho, como émulos humanos de Curro, el perrito del resort en el Caribe pegado a una pulsera mágica que te dice "reviente usted sin problema" o, en fin, como un Stendhal del XXI con un punto de glamour romántico y cultivado. Pero resultar agraciado con un premio millonario tiene altos riesgos: aceptémoslo, no todos servimos para ricos. Casi ninguno moriremos podridos de pasta. Al menos, así, las a veces repulsivas luchas fraternas por las herencias no llegarán a la evisceración a vil metal ni al moñeo con la cuñada en la puerta del notario. Porque hacerse rico de pronto estigmatiza, desequilibra, emparanoia y puede llegar, como cantaba Freddie Mercury, a matarte. Los datos avalan esta ironía del destino.

No señalen al plumilla por clasista: los datos sobre auge y caída de los premiados por el azar son, ya decimos, más de pesadilla que de sueño dorado. Usted argumentará: "Dame millones, que ya me manejo yo la pesadilla". Pero un porcentaje nada desdeñable de los nuevos ricos acaban arruinados a los pocos años de hacerse millonetis: no es fácil ser plutócrata. Una persona con más de 5 repentinos millones -qué decir con un Euromillón de 150 kilos-dejará de salir tranquilo a la calle, recelará de cada llamada que le pueda solicitar caridad o préstamos de dudoso cobro, meterá una cuña en su vida sentimental, se sentirá a veces vampirizado por sus asesores, no digamos por sus bancos de inversión y el fisco; por los pelotas que buscan donaciones para la peña, la hermandad, la ONG más o menos pirata y autosolidaria, el evento altruista vestido de visón. Y quizá vivirá en permanente zozobra por el miedo a las hienas: secuestradores, amores de plástico fino que te quieren chupar todo, todito, todo. Algunos medios en general fiables afirman que alrededor del 70% de los agraciados acaban desgraciados a los 5 años de recibir el premio: recluidos, en soledad, siempre con la mosca tras la oreja, paranoicos, desclasados. Como colofón, no me resisto a estimar que más de 2 millones de euros de repente y por azar genera entropía, abuso y descoloque vital. De hecho, yo me conformo con eso, con millón y medio o dos, ahora, por el Niño.

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