República de las Letras

Que mueran los que tengan que morir

Nadie pone la vida de la gente por encima de sus intereses económicos o políticos

Trump se ha rendido a la evidencia y se ha puesto mascarilla. Y Bolsonaro, como Boris Jhonson en su momento, se ha infectado por coronavirus. Los que negaban -niegan aún- la pandemia, los que decían, sin aclarar de dónde lo sacaban, que todo era un invento de Pedro Sánchez y Pablo Iglesias para implantar un régimen socialcomunista populista-bolivariano, se han quedado sin santos a los que encomendarse: ahí están -escribo el domingo pasado- los más de 100 rebrotes de la covid-19 en España, los 16 brotes de Andalucía y el disparo de casos en Almería hasta 31, de los que sólo 3 pertenecen a brotes identificados, así que a saber los no identificados que habrá. Y todo por la economía. Todo por el turismo. Todo por el dios Dinero. Pedro Sánchez cedió a las presiones de la patronal y adelantó con total temeridad el fin del Estado de Alarma. Y hoy se está alentando en Galicia y País Vasco a que se vaya a votar, en un intento de vencer el miedo generalizado -sí, miedo- a los graves rebrotes de coronavirus en esas regiones. Todo sea por el interés de los políticos, que quieren conservar el poder a toda costa, con coronavirus o sin coronavirus. Y todo esto, siempre con una premisa: la Economía, o el interés político -a fin de cuentas, son lo mismo-, antes que la salud de la gente. Mientras a mí no me toque, piensan, QUE MUERAN LOS QUE TENGAN QUE MORIR, pero la Economía no se para. El dios Dinero, ese Anticristo anunciado en la Biblia, a cuyo poder se doblegan imperios, democracias, reyes, gobiernos, países y continentes, domina la Tierra por entero. ¡Cómo se equivocó Quevedo al dejarlo en simple caballero, aunque poderoso. ¡Es la Economía, estúpido!, imprecaba Clinton (DRAE: Imprecar: Proferir palabras con que se expresa el vivo deseo de que alguien sufra mal o daño).

¿Y qué hace, a todo esto, el "Juanma" Moreno?: "proponer", que no decidir, decretar, ordenar ni legislar, el uso obligatorio de la mascarilla. Pero resulta que ahora son las autonomías las que deciden. Ya no hay mando único del Gobierno central. Ahora es el tal "Juanma" el que tiene que amarrarse los machos y mandar. Y eso le da canguelo. ¡Con lo fácil que era oponerse al Gobierno cuando el confinamiento! Ahora, sin embargo, hay que cuidar los intereses de los hosteleros -el sacrosanto turismo- y los propios, pues las medidas impopulares, por convenientes que sean, restan votos. Mientras tanto, QUE MUERAN…

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