De la muerte

Nadie disfruta del verdadero gusto por la vida hasta que está dispuesto y listo para abandonarla (Séneca)

E L abismo que abre la posibilidad de dejar de existir genera una fuerte tendencia a obviar este fenómeno hasta que nos vemos definitivamente abocados a ello. Pero, como apuntaba Séneca: "nadie disfruta del verdadero gusto por la vida hasta que está dispuesto y listo para abandonarla".

Dejar la muerte sólo para el moribundo nos abandona a una situación de fragilidad existencial. Un ejemplo de lo poco que atendemos a la muerte es cuando un niño le pregunta al adulto por ella. Responder de forma vaga y edulcorada es lo habitual.

Existen diferentes mecanismos para enfrentarse al miedo a la muerte; hoy señalamos dos muy importantes. El primero es el "mecanismo del salvador". Las religiones proporcionan un sistema de creencias basadas en un mesías y la promesa de una vida eterna (no muerte). En ocasiones el salvador no es un ente sobrenatural sino un ideal o un líder. Y hay ocasiones en las que podemos buscar al salvador en el otro. En etapas tempranas ese otro es el padre o madre. Pero si persistimos en este mecanismo podemos saltar a un otro que constituimos en pareja, estableciendo una relación dependiente y subordinada. Así resumido vemos rápido la falla: si el salvador cae, nos hundimos con él.

Un segundo mecanismo de defensa es la convicción de sentirse distinto al resto. En la infancia y la adolescencia solemos investirnos de un halo inmortal. La creencia de que no podemos enfermar o morir nos hace poderosos. El narcisismo es otra variante del "sentirse diferente". Nuestra supuesta superioridad frente al resto nos situaría en una posición "supramortal". Pueden imaginar los destrozos cotidianos que genera persistir en estos mecanismos. Todos tenemos narcisistas inaguantables a nuestro lado. Citaría como caso paradigmático de "héroe inmortal" a Hemingway. Vivió al límite todo cuanto pudo. Cuando físicamente claudicó entró en un estado maníaco (trastorno mental donde la percepción de las capacidades propias está hiperexaltada). Finalmente acabó suicidándose. Esta paradoja es relativamente frecuente: "tengo tanto miedo a morir que prefiero ser yo quién decida cómo y cuando". Es importante subrayar que, en la mayoría de los casos no somos conscientes del origen de estos movimientos si no que sólo sufrimos sus consecuencias.

Cabe, por tanto, dedicarle tiempo a la muerte. A elaborarla y aceptarla. A la sazón la angustia de vivir es directamente proporcional a la del miedo a morir.

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