El sábado vimos a Bo Derek en el Paseo de la Fama de Almería. En persona, a menos de tres metros. Quién nos lo iba a decir cuando la vimos en la película "10, la mujer perfecta" hace ya cuarenta años. Y se conserva de maravilla.

Mantiene el cuerpo delgado, elegante y proporcionado que hizo que la llamaran "mujer 10". Tenía un pequeño inconveniente para nosotros, admiradores de las rotundidades de las actrices europeas de aquellos tiempos -Anita Ekberg, Ursula Andress, Simone Signoret-, especialmente de las italianas como Sophia Loren, Claudia Cardinale, Gina Lollobrígida, Anna Magnani, etcétera.

El inconveniente es que era un tanto delgada para nuestro canon. Y sigue manteniendo el mismo tipo, lo cual es una ventaja para su salud, longevidad y palmito. Conserva también una cara encantadora, con aspecto muy auténtico. No parece que le haya metido el bisturí ningún "artista plástico", porque sus arrugas se ven naturales, muchas, pero finas y bien armonizadas con su edad.

Nada que ver con esos rostros de máscara carnavalesca, esos rictus anquilosados y esas caras de pan como la que exhibe, un poner, Camilo Sesto, que no se parece ni por el forro al que vimos cantar en el Club Náutico de Almería, allá por los setenta; actuó allí bastantes veces con los Teddy Boys mientras hacía la mili en Viator.

¡Ay, los años! Y eso que todavía podemos contarlos y contar estas batallitas propias de nuestra edad y condición.

Porque no todo el mundo tiene la suerte de llegar. La repera sería llegar como ha llegado Bo Derek, que eso tendría mucho más mérito, pues a la necesaria genética resistente, hay que añadir un montón de cuidados: comer y beber poco, pero de lo mejor; darse unas carrerillas por el parque, trabajar lo justo y sin sudar ni provocarse callos en las manos, no tomar demasiado el sol, no llevarse muchos disgustos, en fin, darse buena vida en general. Se ve que a Bo se le ha dado bien la cosa, tanto genética, como "sicofísica", porque no hay más que verla: ayer cumplió sesenta y dos años y está tan atractiva como siempre.

Es verdad que también tuvo la suerte de encontrarse con John Derek, quien la aupó a la fama y mostró su espectacular palmito al mundo. Por eso tomó su apellido y se cambió el nombre, ya que se llamaba Mary Cathleen Collins, y estuvo con él hasta su muerte en 1998. Buen indicador de ser bien nacido.

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