Un mundo sin bárbaros es posible

Sacaré a pasear mi vena de romano y pediré a los Reyes Magos solo un regalo: que nos libren de los bárbaros

Suelen contarnos que los antiguos griegos, cuando se referían a los pueblos que tenían alrededor, los llamaban "bárbaros" porque lo que decían les resultaba incomprensible y les sonaba algo así como "bar-bar". Eran gentes ajenas, extrañas, difícilmente encajables en su concepto de civilización, las mismas a las que los romanos les regalaron el Imperio cuando dejaron de creer en sí mismos. Para nosotros el bárbaro es otra cosa: el Diccionario de la Lengua Española nos habla de personas fieras o crueles, arrojadas, temerarias, incultas, groseras, toscas. Ya no se usa con tanta insistencia ese término para referirse a los que viven al otro lado de las fronteras del Imperio, quizá porque, para qué negarlo, viven entre nosotros.

El bárbaro habla una jerigonza extraña, actúa sin comedimiento y hasta con saña, desprecia lo que ignora e ignora gran parte de lo que le rodea. ¡Cuántos bárbaros no conoceremos hoy en día! ¡Cuántos prepotentes convencidos de que su poder les viene de usar un vocabulario abstruso, absurdo y banal! ¡Cuántos jactanciosos que miran por encima del hombro a quien no comparte su borrosa lógica y dan por axioma su propia banalidad! ¡Cuánto mediocre empeñado en eliminar a quien tenga más cultura, formación o sensibilidad, cosa fácil por demás! El bárbaro de nuestros días tiene mando en plaza, gobierna el Imperio sin despeinarse (incluso sin peinarse), considera que la cultura es una agresión y que la educación está para enseñar lo poco que sabe en vez de lo mucho que debería saber.

Como se acerca la festividad de los Reyes Magos, sacaré a pasear mi vena de romano y les pediré solo un regalo: que nos libren de los bárbaros. Por favor, que pongan en su sitio a los asilvestrados, a los prepotentes, a los toscos; que acaben con quienes están acabando con la civilización; que le quiten la firma digital a los que dictan leyes absurdas; que manden al ostracismo (gran institución ateniense) a quienes no distinguen una berenjena y un acontecimiento cultural.

Ya puestos, que impidan a algunos bárbaros disfrazados de Directores de Centros de Secundaria eliminar a su antojo los itinerarios de Humanidades o las asignaturas de Latín y Griego. Si todos esos bárbaros fueran devueltos al sitio que les corresponde, tengo por cierto que viviríamos mejor y que nuestro mundo estaría más alejado de la barbarie que ha puesto cerco a la cultura y patíbulo al conocimiento.

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