Carta del Director/Luz de cobre

El mundo con el que soñamos

Todos, sin excepción, tratamos de buscar en esta pandemia un minuto para huir de lo que nos asfixia

Sólo con echar la vista atrás somos capaces de imaginar el mundo con el que soñamos. ¡Qué paradoja! Aquello de que cualquier tiempo pasado fue mejor cobra en los tiempos que corren tanto significado y tan gratificante, que con sólo cerrar los ojos y volver nuestros pensamientos a la Navidad de 2019, las lágrimas son capaces de aflorar en los ojos de los tipos más duros y fluir desperdigadas y como ríos en aquellos en los que la sensibilidad aparece en la epidermis.

Y es que todos, pienso que sin excepción, buscamos a estas alturas de la pandemia un minuto para tratar de huir de aquello que nos atenaza, que nos asfixia, sin que por medio podamos atisbar unas manos que nos impidan respirar o nos aprieten el cuello. Es tanta la necesidad, el calado del deseo de libertad no impostada, que miramos con ojos de envidia, ya dudo si sana o malsana, a aquellos países que empiezan a abrir tiendas y bares y retiran las vallas de las fronteras provinciales o locales, las que todos nos hemos autoimpuesto para tratar de vencer al virus.

Porque no me negarán que debe percibirse una sensación de placer inmensa cuando, tras algo más de sufrimiento, la vacuna está siendo capaz de darnos el triunfo frente al virus. Países como Israel o el propio Reino Unido caminan en la dirección de la apertura, de la normalidad, de aquellos tiempos en los que el cansancio por lo común nos hastiaba y ahora que no lo tenemos lo deseamos como si no hubiera un mañana.

No se ustedes, pero espero el momento de poder escaparme a un lugar libre de las maldiciones del virus en la misma medida que tu mascota, pongamos un gato, eleva el lomo cuando inicias una caricia desde la cabeza hasta el rabo. Este tiempo de dolor, de muerte y de luto también ha tenido sus momentos para la esperanza, para la superación, para la confianza en los hombres y mujeres que habitan el planeta tierra. Desconozco, y tampoco viene mucho al caso, quienes han salido triunfadores: si los imbéciles que han aprovechado este tiempo para hurgar en la herida de la insolidaridad, el racismo o la indecencia o aquellos que, quizá con una labor más callada, han sido capaces de poner en los mercados la vacuna salvadora o los que, sin ser científicos e investigadores de primera fila, han logrado evitar la soledad y la depresión de tantos y tantos. Ellos, unos y otros, son los que mantienen viva la fe y la esperanza en los humanos frente a la mezquindad y el balbuceo sonoro de los que han dedicado este tiempo al interés propio y particular.

Y mientras llega el mundo con el que soñamos, les invito a recorrer los caminos de la provincia, las sierras con restos de nieve en el interior, o el manto verde que hoy, en primavera, es Cabo de Gata. Un anticipo del mundo que viene. Espero que mucho más feliz.

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