La Resistencia

Luz Belinda Rodríguez

El muro de Berlín

Ese muro era justificado por los comunistas argumentando que necesitaban protección ante agentes desestabilizadores

Uno de los primeros recuerdos que tengo es la caída del Muro de Berlín: un suceso que marcó un antes y un después en la historia de Europa, pero también del mundo. Ese muro, que dividió Berlín entre el 13 de agosto de 1961 y el 9 de noviembre de 1989, marcaba la división entre la República Federal Alemana y la República Democrática Alemana. El pasado 9 de noviembre conmemoramos su 30 aniversario.

Conocido por los comunistas como "protección antifascista" y por el resto del mundo como el "muro de la vergüenza", se convirtió en símbolo de la Guerra Fría, época donde los dos bloques encabezados por EEUU y por la URSS, se enfrentaban, sin llegar a las armas, manteniendo al mundo en un vilo constante ante lo que finalmente pudiese acabar ocurriendo.

Ese muro era justificado por los comunistas argumentando que necesitaban protección ante agentes desestabilizadores llegados desde el lado capitalista. Con ello, pretendían decir que guardaban su supuesto "paraíso de los trabajadores" ante la ferocidad destructiva de quienes consideraban sus enemigos. La realidad era más triste: antes de su construcción habían saltado más de tres millones y medio de personas hacia el lado occidental buscando un futuro mejor, abandonando para siempre la más que maltrecha economía comunista soviética y la ausencia de libertades a los que ese sistema condenó a los habitantes de berlín. Se desconoce cuantos murieron o fueron encarcelados intentando saltarlo.

Ante la presión de los alemanes orientales, que tenían ansias de progreso y de libertad, vieron la oportunidad ante el anuncio de nueva legislación a la hora de cruzar al otro lado, y avanzaron hacia el muro. Ni tan siquiera las fuerzas del orden comunistas, ni la guardia de fronteras, pudieron parar el proceso. Los sueños de una vida mejor, derribaron ese muro de la vergüenza. Los alemanes orientales fueron recibidos con los brazos abiertos por sus hermanos del otro lado. La libertad ganaba a la tiranía. El comunismo se deshacía entre las manos de quienes controlaban y explotaban a los ciudadanos del Berlín oriental con el único fin de enriquecerse ellos a la costa del sudor ajeno.

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