Tengo que reconocer que para mí estas pasadas navidades han sido extrañas. Y prefiero decir eso a tristes, ya que cualquiera que lea a continuación cómo me he sentido puede entenderlo así. Por primera vez, pasé el pasado día 25 de diciembre trabajando, solo, ya que mi mujer se había marchado a su pueblo natal a pasarla con sus padres y así no tener que adorar a un individuo delante del ordenador todo el día. La noche previa, la del 24, tuve la suerte de cenar con mis padres y mi hermano. Y digo suerte porque dadas las circunstancias, no todo el mundo ha podido decir lo mismo. Hablábamos de la terrible Navidad pasada, con miles de casos de COVID confinados. Pero, ¿y esta? Para mí ha sido peor, al menos en mi entorno, en el que he visto donde prácticamene todos mis círculos tenían algún caso y se han visto obligados a vivir unos días difíciles cuando en principio estaban destinados a estar marcados por la felicidad. Y por último, pese a mi fortuna, también por primera vez no pasé esa noche con mi abuela. Algo que me ha supuesto, lo reconozco, un sentimiento de vacío difícil de explicar.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios