En una gran ciudad, la oferta cultural es permanente, constante y omnipresente. Desde las actuaciones en el metro, pasando por auténticos artistas callejeros de todo tipo hasta los grandes museos, auditorios, teatros, salas de conferencias, de exposiciones, centros de investigación, etc. En las zonas rurales, esta amplísima oferta es sustituida por el entorno, que ofrece mil posibilidades formativas. La naturaleza, los ríos, montañas, valles, lagos, el paisaje costero y los mil oficios tradicionales que suelen confluir en estos lugares se convierten en las mejores oportunidades de aprendizaje. En el centro de la balanza quedan multitud de ciudades de tamaño medio, o pueblos grandes, con un estilo de vida similar al de la ciudad, pero sin perder del todo la cercanía entre personas y el contacto con la naturaleza.

Desde hace más de un año, las posibilidades culturales se han reducido a prácticamente cero. Se nos dice, además, que huyamos de la interacción social. Un año en que nuestros jóvenes no han recibido apenas estímulos de este tipo. Un año casi anulado del todo, en este sentido. Como si no existiera.

En muchos centros educativos tenemos la convicción de que tenemos que ser referentes culturales del entorno. No solo tenemos que ocuparnos de una serie de contenidos, asignaturas y temarios, sino que debemos contar con los recursos que nos ofrece el entorno para ofrecer una formación más completa a nuestro alumnado. El profesorado no podemos saber de todo. Normalmente sabemos bastante del mundo académico… y quizá ciertas cosas por nuestra propia trayectoria vital. Abrir a las posibilidades del entorno es facilitar estímulos, motivaciones, oportunidades de aprendizaje e interacciones que serían imposibles de conseguir de otro modo.

Cuando vemos día tras día que una gran parte de nuestro alumnado solo va de casa a la escuela y de nuevo vuelta a casa, cuando su entorno no ofrece casi ninguna oportunidad de acceso a la cultura, cuando solo les queda la pantalla del ordenador o la del móvil para acceder a aquello que les resulta ajeno, la cultura se vuelve más necesaria que nunca. Es necesario que abramos. Con todas las precauciones y protocolos, aprovechando los patios y espacios al aire libre, haciendo videoconferencias… cualquier cosa para cubrir esta necesidad de primer orden. Trece meses es mucho tiempo en la vida de niños y adolescentes en edad escolar.

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