El bar no ha abierto. La fase uno no compensa. Claro que menos compensa que nos pillemos un contagio. Hay una película británica, 28 semanas después, en la que tras una pequeña desgracia -un virus aniquila las Islas Británicas- y cuando creen que puede empezar al reconstrucción del país, los refugiados se reencuentran, todo son risas y conversaciones ingeniosas y, fíjate por donde, hay un infectado entre ellos. Total que otra vez el virus zombie, otra vez a encerrarse. Mi afición a las películas de zombies me ha llevado a esto, a no salir a la calle sin mascarillas (eso sí, no voy con objetos punzantes porque en nuestro caso la cura no pasa por abrir cabezas, por favor, seamos serios con eso).

Volviendo al tema, para muchos locales aún no compensa abrir. El nuevo decreto ley sobre los ERTES parece comprenderlo y, en general, la valoración es positiva. Mira que se han hecho cosas mal, pero las medidas de flexibilidad en el mercado laboral no se encuentran entre ellas. Entre los defectos de la reforma laboral, o que las reformas laborales no han podido solucionar no está la flexibilidad.

Por si quedaban dudas tras 34 años, ese defecto es la dualidad del mercado laboral. Estos dos meses, por centrarnos en nuestra provincia, el aumento del paro (ese que nos ha devuelto a los niveles de septiembre de 2016 y, por lo tanto ha fulminado en mes y medio un descenso que llevó tres años y medio completar) se debe a la destrucción de empleo temporal. Los ERTES, los 35.000 almerienses que están en alguno son, mayoritariamente, trabajadores fijos. Los temporales serán los últimos en volver. Como siempre. Y, por cierto, sus contratos pueden finalizar. Si las cosas se ponen mal, ya sabemos a quién le tocará.

Para el resto, el nuevo decreto de los ERTES quiere animar la transición de la suspensión del contrato a la reducción de jornada. Luego ya vendrá el tiempo completo. La exención de cuotas serás más alta en los empleos reactivados con reducción de jornada, y más baja en los contratos suspendidos. Bien. Beneficia el reparto de trabajo para no coincidir todos a la vez que aún hay virus. Es bueno para el trabajador. Sus rentas serán mayores entre salario y el paro covid, como se llama ahora. También para el contribuyente. Fíjense en esto: de los 288.000 afiliados a la Seguridad Social de final de abril, 109.000 eran pensionistas, 35.000 cobraban el ERTE y 50.000 desempleo. Así pues, confiemos en la prudencia de todos que haga el regreso al bar definitivo.

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