La esquina

José Aguilar

jaguilar@grupojoly.com

La nueva política envejece rápido

Podemos y Ciudadanos practican lo que criticaban: sectarismo, postureo, hiperliderazgos y elitismo

La sucesiva irrupción de Ciudadanos y Podemos en la política española constituyó un soplo de aire fresco, una oportunidad para la renovación y un mecanismo de regeneración y fortalecimiento del sistema democrático. Su consolidación como tercera y cuarta fuerza política ha mejorado el pluralismo y ha hecho más transparente la vida pública. Pero la nueva política ha envejecido demasiado pronto.

Los logros del tetrapartidismo (más bien, bipartidismo imperfecto) son innegables en materia de regeneración. A ellos, y a los jueces, se debe en gran medida que la corrupción política haya dejado de ser motivo de preocupación de los españoles y que los partidos tradicionales hayan impulsado leyes y planes rigurosos y contundentes contra los corruptos. Ese mérito lo tienen.

Otros méritos, no tanto. Vinieron también, Podemos y Ciudadanos, prometiendo una nueva forma de ejercer la política, con menos sectarismo y más preocupación por la gente sencilla, más democracia interna en sus partidos y menos espíritu de casta y hábitos elitistas. Años después es difícil rastrear en la acción actual de podemitas y ciudadanos las huellas de aquella vocación utópica de cambio, refundación y transformación.

Lo que vemos es, más bien, reproducción de algunos de los peores vicios de la vieja política. Como el sectarismo que lleva a Ciudadanos a cerrar la puerta a un Gobierno de centroizquierda como el que quiso formar hace tan sólo tres años (con el PSOE de Pedro Sánchez, sólo que ahora sí sumarían mayoría absoluta y entonces no) y a Podemos a rechazar un Gobierno de coalición que le habría hecho tocar poder con cinco años de existencia. Un sectarismo con consecuencias graves para la estabilidad de España. Como la espectacularización de la política, convertida en un teatrillo en el que importa más el lucimiento del actor que el éxito de la función y. no digamos, el bienestar del público. Como la endogamia y el ensimismamiento de la clase política, que se afeaba a los viejos políticos y que los nuevos han reforzado aparentando que los combatían con mecanismos de participación militante y atención a las bases cuando, en realidad, los consolidaban con liderazgos personalistas y liquidación de las discrepancias.

Podrían perfectamente decir aquello de José Emilio Pacheco: ya somos todo lo que odiábamos a los veinte años.

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