El nuevo Caravaggio

El ridículo que ahora ha hecho España -propietarios, subastadores y "expertos"-, una vez más, ha sido monumental.

Sabrán por todos los medios nacionales que hace un mes escaso una madrileña casa de subastas sacaba, sin saberlo, un cuadro de Caravaggio por un precio de salida de mil quinientos euros, atribuyéndolo a un seguidor de Ribera del siglo XVII. El cuadro procede de la colección de Evaristo Pérez de Castro, ilustre liberal retratado por Goya en un cuadro espléndido ubicado hoy en el Louvre, y fueron sus descendientes los que llevaron la pieza a la sala de subastas sin, al parecer, poner la menor objeción a la atribución y precio de salida fijados por ésta. El cuadro estuvo expuesto al público en sala y disponible su visionado en la web de la subastadora unos quince días. Personalmente, me peino casi todo lo que en España se subasta mensualmente, pero hace ya mucho tiempo que sólo me intereso por la pintura española moderna y contemporánea, pues éste es el ámbito de mi particular coleccionismo. Rara vez ojeo los lotes de barroco y en esta ocasión tampoco lo hice. El caso, sangrante, es que nadie, absolutamente nadie en España, se dio cuenta de estar frente a una obra de Caravaggio. Varios historiadores españoles, de esos que van por ahí ejerciendo de especialistas en barroco, lo vieron directamente y pese a reconocerle una "cierta" calidad, ni de lejos pensaron en Caravaggio. Uno de ellos, de los más laureados, antes de destaparse el asunto, incluso restó mérito al cuadro afirmando que "no es para tanto". Las alarmas saltaron cuando varios marchantes provenientes de Italia, cargados con muy gruesas sumas de dinero, venían a la subasta para hacerse con el cuadro a toda costa. Casi al mismo tiempo, varios especialistas italianos, tras visionar tan solo la fotografía del cuadro, que muestra la pintura con su suciedad y oscurecimiento, determinaron la autoría de Caravaggio sin dudarlo. Ante esto, el Ministerio de Cultura decretó la pieza inexportable y ordenó su retirada de la subasta. El cuadro, evidentemente, es un caravaggio de época napolitana, el Ecce Homo perdido que se sabía ubicado en España desde finales del XVII. Solo con visionar los sayones que flanquean la figura de Cristo no cabe la menor duda. Después hemos sabido que el cuadro se conocía ya en el XVIII como un caravaggio y que fue el propio Pérez de Castro quien se lo cambió a su propietaria, la Academia de Bellas Artes, por un cuadro de Alonso Cano de su colección. El ridículo que ahora ha hecho España -propietarios, subastadores y "expertos"-, una vez más, ha sido monumental. País de paletos ignorantes.

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