Recuérdalo. No eres un número. Eres una persona. Tus calificaciones pueden haber sido de 9 ó 10. En ese caso, el sistema dice que eres una persona muy válida, según una serie de pruebas casi siempre consistentes en vomitar unos contenidos en una hoja en blanco. Puede ocurrir que te lleves mal con tus compañeras y compañeros, que no seas capaz de empatizar con nadie, que te niegues a prestar ayuda a quien lo necesite, que no tengas ninguna creatividad, conciencia crítica o que tus valores personales no sean los mejores para estar en sociedad. Puede también ocurrir lo contrario.

Si tus calificaciones son de 5 ó 6, no sé qué decirte. Nunca he sabido bien lo que significan los números, cuando se refieren a algo tan abstracto como es el aprendizaje. Puede que te hayas esforzado mucho más que tus compañeros y compañeras de sobresaliente, que hayas avanzado más, que tengas más valores y una mejor actitud para el aprendizaje. No te desanimes, por favor.

Si estás cursando educación obligatoria y tu nota es inferior a 5, te pido disculpas. El sistema te obliga a estar en un sitio donde se garantice tu aprendizaje y luego el propio sistema te etiqueta como persona «no válida». No hemos sabido atender tus necesidades ni valorar lo que sabes hacer, que seguro son muchísimas cosas. Es muy posible que tampoco se hayan tenido en cuenta tus intereses ni se hayan adaptado las metodologías. Algunas de las mejores personas se encuentran entre aquellas a las que el sistema clasifica como «insuficientes». Te pido perdón también por haberte etiquetado como «torpe» o «tonto». Si has tenido malas calificaciones durante muchos años, has podido llegar a la conclusión de que no vales para estudiar. Puede que pienses que nunca llegarás a nada. Estás en un error. Eres mucho más que un número. Recuérdalo.

Tendríamos que hacer una profunda reflexión sobre las calificaciones y sus efectos perversos, incluso sobre quienes se consideran «brillantes»; una reflexión sobre la manera en que contribuimos a crear un tipo de sociedad jerárquica, de buenos y malos, de ganadores y perdedores, de obreros y grandes ejecutivos; sobre cómo los que están en la cima de la pirámide social no tienen ningún tipo de problema con las calificaciones, ni les condiciona en ningún sentido. Lo mejor que podría suceder con las notas en la educación obligatoria sería que desaparecieran. La educación es un derecho.

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