La cuarta pared

2001: Una odisea en el espacio

Ya no somos una especie de paso en la que cada individuo y su existencia es exactamente igual que la de sus predecesores

Me consta que se han dedicado estudios de investigación de antropología para llenar bibliotecas enteras sobre el momento en el que el ser humano o alguno de sus ancestros, comenzó a transformar el entorno en el que vivía. Aparte de la ventaja que supone el refugiarse de las inclemencias del tiempo o de los peligros de un entorno hostil, desde el mismo instante en el que comenzamos a transformar y a dominar el medio, fuimos conscientes del paso del tiempo y sentimos el poder que ello confiere. Comenzamos a sentir la necesidad de dejar huella. "Yo estuve aquí".

Ya no éramos una especie de paso, en la que cada individuo y su existencia es exactamente igual que la de todos sus predecesores, definidos por la carga genética y el lento y aleatorio proceso evolutivo.

Esa necesidad de transformar, la hemos interiorizado y potenciado en muy poco tiempo, en términos evolutivos. Tal vez no más de 30.000 años según la mayoría de los estudios, que fijan en ese periodo el paso al sedentarismo, la habitación de las cavernas o los inicios de la agricultura. Desde un punto de vista metafísico y filosófico la cuestión es inquietante desde luego. El monolito de Arthur C. Clarke y Stanley Kubrick representa muy bien ese punto de inflexión.

Raro es el niño pequeño que no ha jugado a construir refugios con lo primero que tenía a mano. Unas sillas, unas mesas y unas sábanas dentro de un desván son material suficiente para construir auténticos laberintos de pasadizos, refugios y cámaras conectadas en las que desarrollar la capacidad creativa y creadora que nos define como especie. Y en ese proceso de construcción precaria, a base de prueba y error se van sentando las bases de conceptos abstractos como la gravedad, la resistencia, o la elasticidad en la mente en formación de un individuo que está llamado a aportar su granito de arena al avance de la humanidad.

Podemos mirar atrás y maravillarnos con las obras hidráulicas de la antigüedad, las pirámides o las ruinas de Volubilis, o asombrarnos con los trazados urbanos de las grandes metrópolis que se ven desde el espacio. Hemos conseguido especializarnos y sistematizar el conocimiento y su preservación. Cada avance se sustenta sobre los anteriores; esa es la clave. Y todo ello materializado por individuos débiles físicamente en comparación con otras especies y con una esperanza de vida de unas pocas décadas, de las cuales al menos 2 son de juego y aprendizaje.

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