Utopías posibles

La oferta y la demanda

Querido Imbroda, hablar de libertad sin garantizar la igualdad de oportunidades, es jugar a la ruleta rusa de la exclusión social

E N el capítulo de hoy de "Los mundos de Javi", veremos un planeta donde todos los barrios son iguales. No hay zonas deprimidas, ni marginadas, ni barrios de clase alta. No hay personas sin techo, sin trabajo, o que no lleguen a final de mes. Todo el mundo trabaja cuatro horas diarias, tiene vehículo propio y dinero. Pueden costearse uniformes y pagar cuotas "voluntarias". No hay problema en que el colegio gane dinero incluso con el material. Las excursiones son más caras en algunos centros, porque también obtienen beneficio de estas actividades, pero no pasa nada. Todas las familias apuntan a sus hijas e hijos a todo... si necesitan refuerzo en inglés, matemáticas o lengua, pagan lo que haga falta para clases en horario de tarde, en el propio cole. En el mundo de Javi eligen libremente colegio, porque tienen tiempo, dinero, preparación, conciencia de la importancia de la educación, dedican toda la tarde a estar, acompañar y apoyar al alumnado... En este capítulo, Javi decide, por Decreto, que cada cual debe elegir centros públicos y privados, porque da igual. Todo es perfecto.

En el mundo real, sin embargo, si una tienda tiene deudas, no vende lo suficiente, o la gente no puede costearse sus productos, no puede competir con aquella otra gran cadena de supermercados que compra toneladas y toneladas de mercancía. Hay amplios sectores de la población que nunca comprarán en Versace o en El Corte Inglés, y deben conformarse con el mercadillo del barrio o con heredar ropa, hasta que se desgaste por completo. Por eso es injusto y cruel aplicar la ley de la oferta y la demanda en educación. Si aplicamos este principio empresarial, ¿los centros que tengan peores resultados deben recibir menos dinero? Es el círculo vicioso del neoliberalismo: si no llegas por tí mismo, es porque no quieres, y mereces ser penalizado. Eres un fracasado. ¿Se garantizará el transporte, el tiempo o el dinero para cuotas voluntarias a las familias que no puedan pagarlas? De no ser así, estamos ofreciendo caviar ruso a quien pueda permitírselo, y choped del barato para el resto. ¿Merecen menos las niñas y niños de determinados barrios? Por eso, querido Javier Imbroda, hablar de libertad sin garantizar la igualdad de oportunidades, es jugar a la ruleta rusa de la exclusión social. Y no serán sus hijos, ni los míos quien lo paguen, quienes reciban la bala. Serán los de siempre. Los nadies.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios