El olimpo de los golfos

.La clave pasa por circunscribir tal liberalización comercial y financiera solo a países que apliquen un tratamiento fiscal común

El sentido moderno de la justicia social exige, al contrario que en el Antiguo Régimen, que todos los ciudadanos dispongan de las mismas reglas de juego para dignificar la convivencia. Un principio tan aplicable a nivel local, como al estatal o al internacional, para que ningún país resulte agraviado por pillerías de otros países gorrones, y que las relaciones comerciales o financieras tengan un trato legal análogo. Para eso se supone que sirven los Tratados Internacionales que regulan la libre circulación de bienes y capitales, en este tsunami conocido como globalización. El problema es que cuando se liberalizó la circulación, se mantuvo inalterado el sistema fiscal propio de cada país, lo que ha generado una disparidad, entre notable y brutal, en la tributación de los rendimientos de tales operativas. Una discordancia tan injustificable como estúpida y de secuelas económicas tan abusivas que, sin duda, o se corrigen, o dinamitarán, antes que después, cualquier beneficio que cupiera esperar de la globalización. La clave, de Perogrullo, pasa por circunscribir tal liberalización comercial y financiera solo a países que apliquen un tratamiento fiscal común, objetivo y verificable. Es decir, con un marco legal que puestos a limitar las soberanías nacionales en esta materia, al menos lo hagan fijando las mismas reglas de juego. Y así superar aquel marco desregulador de inspiración anglosajona (Reagan y Thatcher), que liberalizó la circulación financiera sin prever colaboración fiscal alguna, ni impositiva, ni informativa. Un coladero del que brotaron paraísos fiscales por doquier, como hongos tóxicos de la economía mundial y que, de no corregirse, nos retrotraerá al Régimen no ya previo a la Revolución Francesa, sino del Olimpo griego, con sus dioses cada vez más poderosos y su plebe humana, sometida a las tragedias que el Destino (al arbitrio de esos dioses, claro) nos depare. Que la acelerada polarización de la desigualdad económica, no deja margen a la duda ni a la esperanza. Lo que no se entiende es cómo un proyecto de valores comunes como el que representa la UE no bloquea, ni siquiera tras el Brexit, que lo lastraba, los abusos que representan para su economía y fiscalidad social solidaria, estos Olimpos para golfos, que hasta se anuncian en la Web. O que afloren papeles de Pandora y aún alguien se alarme, cuando solo son botón de muestra de la gran chingada institucional.

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