Para que no te olvides

Una vez más parece que lo que puede utilizarse para un sano fluir informativo acaba de pretexto y arma arrojadiza

Cuánta consideración la de Facebook, que te dice de quién es el cumpleaños cada día y te insta a escribir al homenajeado para dejar constancia de que te acuerdas de él o de ella. En una vuelta de tuerca más a la vagancia y a la hipocresía nos viene a dar ya hecha una parte del proceso elogiador; vagancia por evitarnos la engorrosa carga de recordar fechas innecesarias que ocuparían en nuestra neurona un espacio más útil para otras informaciones, como la vida, obra y milagros de cacareadores vespertinos televisivos; hipocresía por ponernos en bandeja desplegarla en todo su esplendor haciendo parecer que nos importa muchísimo el aniversario de alumbramiento de personas que ni conocemos cara a cara. ¡Quién necesita la libretilla del abuelo, esa donde anotaba las fechas de nacimiento de todos sus nietos, si el señor Zuckerberg es tan amable de recordárnoslas! Seguro que a mucha gente le parecerá una herramienta preciada, ya que con ella le evitas desgaste a la memoria y el argumento en su defensa es de peso considerable: no se pueden almacenar tantas cosas en la cabeza. Una muestra más de la importancia que otorgamos en nuestra vida cotidiana a aspectos de la misma relacionados con otros ombligos que no sean el nuestro. No, si al final habrá que darle las gracias a un algoritmo por recordarme que mañana es el cumpleaños de mi madre. Es más, si no lo haces ya no podrás excusarte diciendo que se te olvidó, lo cual daría a tu madre pie a una más de esas sentencias tan recurridas en sus repertorios: "¡hasta internet se acuerda antes de mí que mi propio hijo!", y suspiro al canto.

Una vez más me parece que lo que puede utilizarse como herramienta facilitadora de un sano fluir informativo acaba en nuestras manos convertido en pretexto, arma arrojadiza, engañoso escaparate o vertedero de emociones, y como somos tan dados a la mesura y la prudencia es muy difícil que se nos descontrole. Espero se capte la mordacidad. En fin, que sí, que gracias a estos tablones públicos en red como no felicites en su cumpleaños hasta al apuntador puedes incluso llegar a quedarte sin amigos. Claro que muy a la ligera se concede aquí el diploma de amigo. Aún con todo, dudo o, tal vez poseída por un espíritu cándido, quiero dudar de la perturbadora llegada a ese momento en el que, en efecto, una máquina se encargue de recordarle a nuestra amodorrada memoria cuáles son y dónde están nuestros afectos.

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