Utopías posibles

Luis Ibáñez

La orquesta como metáfora

No hay competitividad, sino ideas, sentimientos, comunicación… a través de la música

Muchas veces me he planteado lo bien que podría funcionar la escuela, e incluso la sociedad, si utilizásemos la orquesta sinfónica como metáfora.

En una orquesta sinfónica, cada persona ha decidido libremente interpretar un instrumento concreto. Los hay ágiles, como la flauta, y muy lentos, como la tuba. Los hay con vocación de protagonismo, como el violín, y otros que rara vez destacan, como el fagot o el trombón. Sin embargo, todos son completamente imprescindibles. La mejor de las melodías interpretada por los violines puede verse ninguneada o realzada en función de cómo sea el acompañamiento. Otras veces, los distintos instrumentos dialogan entre sí, haciendo un montón de melodías en pugna por destacar. Incluso hay ocasiones en que la melodía se reparte, se trocea, o va alternando protagonismo entre grupos instrumentales, o con solistas. Cada uno con sus capacidades, sus preferencias y sus años de estudio, colabora y aporta lo mejor de sí mismo para un objetivo común.

El director (rara vez, directora… esto sí que es mejorable) depende completamente de su equipo, al que coordina y pone de acuerdo para que el resultado sonoro sea mejor. No es más importante el director que la orquesta, como tampoco la orquesta lo es. Son interdependientes. Un excelente director no podrá llegar muy lejos con una orquesta técnicamente pobre, como una orquesta excelente tampoco hará grandes cosas con un pésimo director. La mayoría de las veces, los directores son elegidos por la institución responsable de la orquesta en función de sus cualidades artísticas. Incluso hay casos, como la Filarmónica de Viena, en que los propios músicos eligen al director.

Todo el mundo, cada cual desde su posición, trabaja por un objetivo común, un resultado común. Cuando la interpretación es exitosa, no se adjudica el mérito a los violines, a las tubas o al director, sino que es de todas las personas que han participado en el resultado sonoro. Habrá quien encuentre parecido con los equipos de fútbol (por ejemplo), pero hay muchos matices distintos. No hay competitividad, sino ideas, sentimientos, comunicación… a través de la música. No hay afán por superar a nadie, sino a sí mismos.

Un juego veraniego interesante podría ser buscar las dos mil diferencias entre lo expuesto sobre la orquesta y lo que se produce cada día en la escuela… y a partir de septiembre, trabajar por cambiarlo.

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