A d. pablo (Casado)

Dudo si tengo que pedirle perdón, D.Pablo (Casado). No estoy seguro de si estoy haciendo o voy a hacer algo por lo que usted me pueda reprender

D UDO si tengo que pedirle perdón, D.Pablo (Casado). No estoy seguro de si estoy haciendo o voy a hacer algo por lo que usted me pueda reprender. Efectivamente, no soy diputado ni senador. Tampoco soy miembro del gobierno. No soy consejero o diputado de ninguna autonomía. Mi breve y escasa carrera política se limita a ser concejal en la oposición de un modesto ayuntamiento. Ni más ni menos. Tampoco soy obispo. No. No tengo ningún cargo en el mundo eclesiástico. Ser empresario me pilla muy lejos, quizá porque no tengo el dinero suficiente ni el talante exigido. Ni siquiera puedo decir que tenga una PYME. ¿Y qué decir del ámbito sindical? Pues tampoco. Nunca he estado afiliado a ningún sindicato. Entonces podemos ver que ni soy de los que usted autoriza a tener opinión sobre asuntos de Estado, ni de aquellos a los que usted veta de expresar su punto de vista. Así que me debato en la duda. ¿Puedo decir aquí, por ejemplo, si los indultos me parecen bien? Porque lo que sí veo claro es que tienen su permiso para hablar todos aquellos que firman en contra de los indultos. Todos ellos, los que quieran, pueden firmar y manifestarse gritando a voz en cuello e insultar a quienes parecen haber tomado la decisión de conceder un indulto parcial a los condenados por los lamentables sucesos de octubre de 2017. Vamos a ver ¿por qué no puedo decir si, como representado, estoy de acuerdo o no con mis representantes? Cualquiera diría que tiene usted una extraña concepción de la democracia y de la representatividad. Según parece, si los representantes por los que soy representado no están de acuerdo con usted, entonces por haber elegido a esos representantes debo cortarme la lengua y anular mis neuronas y convertirme en algo así como en un zombi. Decididamente, Sr.Casado (D.Pablo) no le voy a pedir perdón. Sigo teniendo el derecho de opinar sobre el tema de los indultos y sobre los que me parezca oportuno. Sé que apoyando la concesión de los indultos me corresponsabilizo de los resultados. Es posible, muy posible, que esté equivocado. Entonces pediré perdón a todos los españoles por haber seguido una decisión errónea. Pero también es posible, ligeramente posible, que tenga una resultado por lo menos aceptable. ¿Entonces, qué? Las primeras reacciones de los "indultables" están siendo penosas. Entre chulescas, altaneras y perdonavidas. No son un buen comienzo. Sin embargo habrá que insistir.

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