El paciente imaginario

La hipocondría inhabilita para saber vivir porque se basa en un miedo atroz a la muerte que bloquea al individuo

Este título hace referencia a una comedia escrita por el dramaturgo francés Molière. Se trata de una obra en clave de humor y sátira que se centra en el sentido de la hipocondría. Los enfermos imaginarios son el eje de la representación teatral. Argan, que es el protagonista, cree estar enfermo sin realmente tener ningún padecimiento. Esa situación, en lugar de conducirle a algo ventajoso, le sirve en el escenario para que los médicos y su familia le manipulen en cuestiones de herencia. El miedo a la muerte de Argán es un perfecto ejemplo de cómo es su sociedad, en el siglo XVII, pero también de cómo es la nuestra en el siglo XXI. La condición humana todavía es prisionera de su incapacidad de disfrutar de la vida y eso hace de sus integrantes víctimas y verdugos de su discapacidad para saber vivir. El miedo a la muerte a veces hace al ser humano mediocre e ignorante, y otras le hace ser un ser sublime y con altas capacidades. Nuestra ingenuidad, nuestras debilidades, pueden ser objeto de aprovechamiento de quienes nos rodean, y hasta de burla o mofa. No obstante esto puede tener otra lectura. La hipocondría, el miedo atroz a la muerte como deficiencia emocional, si por un lado es un rasgo de nuestros semejantes acostumbrados a acudir a los centros de salud para satisfacer esta frustración; también es un infortunio que hace perder el tiempo a los profesionales de la salud y en algunos casos que genera rifirrafes con ellos. Ser muy aprensivo en ciertas ocasiones deriva en discusiones y amenazas. Y eso nos requiere de una reflexión. ¿Realmente la hipocondría tiene que derivar en un enfrentamiento con otro ser humano? Si es así nuestra actitud nos ridiculiza hasta el exceso tal como a Argán en la obra de Molière. Eso nos indica que en el fondo no sabemos vivir y que por ello nos estamos perdiendo grandes oportunidades. Pero esta obra también es grande por otras cuestiones. Hay una gran curiosidad. El autor vistió prendas amarillas durante el estreno. Cuando murió, a los pocos días de estrenar la obra, ese hecho generó un gran rumor. A consecuencia de eso existe la leyenda de que el color amarillo da mala suerte. Y precisamente por ello en este género, en el televisivo, y en el cinematográfico, los actores son reacios a usar ese color. No sé si por eso podemos hablar de otro caso de hipocondría. Les dejo con esa reflexión, queridos lectores.

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