NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
Es pavoroso que España arda por los cuatro costados, o más bien por aquellos en donde hay madera y yesca, y no crecientes secarrales donde ya el fuego hizo lo suyo. Me niego a atribuir estos desastres a criminógenos poderes en la sombra. De expertos en incendios con mamelas partidistas o afán de resonancia mediática está el país tan lleno como de inclementes llamas. Se culpa, sin vergüenza, al lobby de las fotovoltaicas, al de los campos de golf o, cómo no, al inmobiliario. Más infamia: son los narcos franqueando su logística de alijos, y despistando a la Guardia Civil, la Policía y los medios de vigilancia autonómicos o de Interior. Hasta un ataque de ígneos drones marroquíes sobre la parte española del Estrecho hemos oído como culpables.
También indocumentadas, mis narices y muchas otras se olían que las lluvias de 2024 y 2025 crearon una extraordinaria vegetación. Exuberante verdor; mutado en pasto. Y poca o nula prevención se ha hecho, a la vista está. Dejación de deberes de los propietarios de las tierras, en su mayoría privadas; pero también de las autoridades estatales y, en concreto, autonómicas, que, cortoplacistas e ineficaces, no hicieron su labor: obligarse y obligar a dichos propietarios a prevenir o asegurar un daño previsible. Que, a la postre, es un enorme gasto público. Quién sabe cuándo se ajustarán responsabilidades y cuentas entre privados, públicos y aseguradoras. Nunca.
Más que suele, ha hecho en España un calor infame. No uno esperable, que sí, sino una sucesión del mismo: las olas de calor en las que surfea la devastación. Como causa fija, hay unos locos llamados pirómanos, cuya gloria es el ardor: nada nuevo, esto. Parece más plausible atribuir el apocalipsis en curso a Natura –despiadada de suyo– que al ataque de oscuras fuerzas del mal que esgrimen los de calzón rojo y, en la otra esquina, los de azul; que de cualquier asunto hacen un ring, con una absoluta falta de compasión por las víctimas del histórico desastre del verano de 2025, aún en calcinante vigor. El mapa de incendios de la Península los desarma. Desarma su artero y consabido argumentario. Paga la gente de a pie dañada... y el Estado. ¿No deben el propietario privado y el público prevenir los incendios en una medida sensata? ¿No se veía venir?
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