Estados, países y utopías

Hablar de Estado, Nación, País o Patria comporta una empanada que embrolla la reflexión propia y los debates con ajenos

Usar términos como Estado, Nación, Patria o País, suele comportar una empanada semántica que embrolla la reflexión propia y los debates con ajenos. Por ejemplo, que el nuevo ministro Sr. Iceta diga que en esta "España plurinacional, hay ocho naciones coexistiendo en un estado" es todo un galimatías para quienes creíamos que España es un País, un ente sociopolítico donde existen diecisiete autonomías. O una Patria madre con muchas patrias chicas: a cada cual, la suya. Porque lo de "plurinacionalidad", suena a oxímoron: lo nacional repele la pluralidad. Por definición. De ahí la empanada que decía, superada en modelos como el de EEUU, donde coexisten 50 Estados en un solo País; o como el alemán, un mosaico de 16 Estados (länder) y una Alemania común. Pero será que no es tan fácil de asimilar viendo tanto trajín del Psc y asociados, afanados en politizar su apego identitario al lugar donde nacieron (nación), que acaparan para sí, como algo distinto y distante a sus vecinos: ideologizado en una pasión insana que les auto abrasa, y propagan, impunemente. Porque a ver, un Estado, en puridad, no es sino el conjunto de los órganos y burocracia que gobierna un territorio. Ni suscita ni requiere sentires, solo funcionarios e impuestos. Mientras que la idea prístina de Patria alude a ese sano y natural apego al terruño donde cada cual nació o habita. Y el ideal de Nación, se nutre por ese mismo sentir patriota, pero degenerado por el sesgo populista del supremacismo o, si quieren y dicho a lo llano, por el odio contra el vecino: una ebullición malsana del impulso reptiliano del "Ellos y Nosotros", colectivizado.

Una distopía que espanta a quienes nos vale como patria chica cualquier fogón entre familia o amigos, guitarras y libros: esté en Fiñana, Olula del Río, en la Ínsula de Gatuna o la de Barataria. Y por Estado, nos vale hasta esta autonomía andaluza, asevillada, que integra con otras un País legitimado por siglos de historia, España, a la vez Estado y Patria para sus pueblos. Aunque ya me gustaría, ya, que, a esa Patria, unida a Portugal, mañana pudiera llamarla Iberia. Y otro día pudiera presumir de patriota, también, pero en una Europa de ciudadanos que maldijéramos al unísono las Grandes Guerras como las guerras civiles, entre hermanos, que al cabo fueron. Una utopía tan inverosímil como aspirar a ver un mundo convertido en un solo un País donde cupiéramos todos. Amén.

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