La palabra

Me cuesta dejar de pensar que la palabra ya no sea tan importante como mi padre me decía

Alos pobres solo nos queda la palabra, me dijo un día, y el tiempo, en esto, volvió a darle la razón. Ahora sé que es cierto que mucha gente de fiar no disponemos de más garantía que la palabra que ofrecemos. Y no paró de repetirlo a medida que yo iba creciendo.

Mientras espero apoyado en el mástil de una escuálida farola apagada, me acuerdo de las palabras de mi padre, y me doy cuenta de que éste es otro fin de semana más con las maletas a cuestas. Miro alrededor y percibo que la gente es feliz. Es sábado, mediodía, y suena a un volumen discreto una canción de Vetusta Morla. Ella vestida de blanco, preciosa, y él con la barba cuidada y vestido de oscuro. Un gato vestido a rayas para la ocasión curiosea entre mis piernas. Levanta el rabo mientras se roza con la cabeza en los perniles del pantalón y amusga los ojos de un azul intenso. Allí parado me llega la voz de gente mucho más joven que, abrazadas, entonan a coro las notas de una melodía que desconozco. Son voces tan joviales como mansas, voces que la vida aún no ha desgastado. El sonido irreverente de un claxon me saca del ensimismamiento y fijo la mirada en la silueta de una mujer en blanco y negro que se asoma, a lo lejos, en lo alto de una almena, recortada contra una boina de nubes oscuras que amenazan lluvia. Dicen que como todo Castillo que se precie, este también cuenta con su peculiar aparecido, pero yo no lo creo. Más bien será una turista rezagada de una bella figura ensalzada por la distancia. El viento que anticipa el aguacero la despeina y deja a la deriva su larga melena que ondea junto a las banderas de España y Andalucía.

Me cuesta dejar de pensar que la palabra ya no sea tan importante como mi padre me decía. A esta misma hora un nuevo Presidente promete la constitución de la que se pretenden desencajar aquellos que lo han aupado a ese lugar, aquellos de cuyos votos apenas hace unos días renegó a bombo y platillo. Me preocupa lo que aún no sabemos y a buen seguro está detrás de la moción de censura, el calado de las concesiones que han permitido que ese plan haya finalmente prosperado. No sé aún si puedo confiar en Pedro Sánchez. Habrá que esperar a ver y darle el crédito que por cortesía todos merecen. Pero no va a ser fácil. Vamos a tener que estar atentos, porque es innegable que el recelo se lo ha ganado a pulso durante la convulsa travesía que lo ha dejado instalado en Moncloa.

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