El papa y las suegras

La lengua es uno de los pecados de las suegras, dice el papa, para las que pide compresión a las nuera

Quién mejor que el papa para conocer la naturaleza, diversa y variopinta, de los pecados, aunque el catecismo establezca un catálogo concluyente: pecados hay, y no pocos, de pensamiento, palabra, obra y omisión. Advierte el papa Francisco, sin que en modo alguno se vulnere con ello el secreto de confesión, que el pecado característico de las suegras es el de la palabra. Y, acostumbrado como debe estar a manejarse con los designios inescrutables, comenta que las suegras son tenidas a la vez como mitos y diablos; en una popular catequesis, un tanto informal, ante ancianos, donde advirtió sobre los lugares comunes y los prejuicios que afectan a los vínculos de parentela. Sin embargo, algún crédito parece otorgarse a tales presunciones cuando el pontífice afirma que la lengua es uno de los pecados de las suegras. Este acento puesto en las madres e hijas políticas ha alertado a la vigilancia del machismo, celosa en su cometido, porque suegros y yernos parecen absueltos de la pecaminosa disposición de la palabra. Recuerda también el papa, a las nueras, que las suegras son las madres de sus maridos, generalmente metidas en años, deseosas de estar con los nietos y cuidarlos y, en fin, de vivir una vejez sin conflictos, por lo que son a propósito las buenas y armoniosas relaciones familiares. Catequesis popular, ciertamente, si bien la naturaleza de los tópicos no se atempera recordándolos, sino ignorándolos, ya que, de no ser así, de darles alguna entidad, dejan de ser prejuicios y se tornan en evidencias más o menos ciertas. La "alianza de generaciones" es otra propuesta catequética, bastante más factible que la "alianza de las civilizaciones", para que abuelos y nietos saquen provechoso partido mutuo. Sostiene el papá además que la suegra, hoy en día, es un personaje mítico. Dicho así, parecen otorgársele grandes virtudes y la facultad de realizar prodigios extraordinarios e incluso heroicos. Manifiesta que no hemos de pensar, en un antagonismo radical, que son el diablo, y reconoce que siempre se dice que son malas. Luego el carácter mítico se debe más a estas últimas connotaciones desfavorables o a la atribución de cualidades o excelencias que no se tienen. Asunto inescrutable, pero de estos, ya se ha dicho, debe saber no poco el papa. En tan populares catequesis -no ha de ser el catecismo sobremanera ortodoxo-, acaso el papa encuentre oportunidad de considerar otra parentela necesitada de una particular exégesis: la de los cuñados, otros mitos, otros diablos, típicamente familiares.

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