NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Un milagro por Navidad: salvemos al país
álvaro García Ortiz está demostrando nulo respeto al Jefe del Estado, nulo respeto a la institución que preside y a los fiscales, y nulo respeto a los españoles que solo aspiran a que sus autoridades cumplan con su trabajo y honren al organismo público al que representan. Demuestra también Álvaro García Ortiz escaso respeto a sí mismo.
Forma parte de un sanchismo que no ha dado ejemplo de consideración al Estado, con un presidente del Gobierno, ministros y altos cargos que no han dudado en desmentirse a sí mismos cuando defendían con valentía una posición y poco después defendían la contraria sin que se les torciera el gesto. No por convicción, sino porque recibían instrucciones de cambiar de criterio exclusivamente porque a Pedro Sánchez le convenía.
Nunca en la historia de la democracia el Gobierno ha dado más motivo a los españoles para sentir bochorno. Jamás en la historia de España una autoridad procesada y que tendrá que someterse a un juicio oral dentro de pocos meses, ha tenido la inmoralidad de acudir a Zarzuela para entregar al Rey la memoria de la Fiscalía que recoge la vida delictiva de los españoles. Con ese mismo talante defenderá mañana viernes, en un acto solemne presidido por el Jefe del Estado, esa memoria. Un acto con el que se inaugura el curso judicial, con asistencia de las máximas autoridades del mundo judicial, fiscal y político. Se comprende el movimiento de importantes jueces y fiscales que intentan expresar su disconformidad con la presencia de García Ortiz en esa ceremonia tan significativa. Un hombre que con su comportamiento no está a la altura de lo que se espera de él, que es honrar el cargo que ocupa por encima de sus conveniencias personales.
En buena ley habría que añadir que tampoco Pedro Sánchez está a la altura de lo que se espera de un presidente del Gobierno, que es la defensa de las instituciones. Sus declaraciones en las que proclamaba la inocencia de García Ortiz, e intentaba salvar a su mujer y hermano denunciando que hay jueces que actúan con criterios políticos, es inaudita. Asumía un papel de juez al que no tiene derecho, repartiendo títulos de inocente o culpable sin tener en cuenta el trabajo de los profesionales.
Una actitud propia de los dictadores. O de personajes como Trump, que también reparte ese tipo de títulos en función de la simpatía hacia quienes se enfrentan a la justicia.
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