Ninguna parte

Ya no quedan almerienses que caminen por la calle en la misma dirección que sus sombras

Me dejé llevar por las calles como si estas me poseyeran y me condujeran a un lugar reconfortante. Me dejé llevar por los sonidos neutros y los silbidos de los cláxones hacia ninguna parte. Ninguna parte era oscura e inquietante; estaba llena de ausencias o sugerencias. Ninguna parte era una persona que, a bote pronto, resultaba desconocida para la mayoría, un ser anónimo con un secreto muy poderoso. Ninguna parte no quería que nadie supiera que, aunque yo me dejaba llevar por las calles hacia donde se encontraba, era ella quién en realidad me estaba buscando; jugaba a las apariencias y a las sugerencias y dejaba que el laberinto existente entre ella y yo aplazara el tiempo de nuestro encuentro. Y todo sucedió así: cuando al final de los días me encontré cansado de buscar y de seguir su rastro; cuando al final del tiempo había pasado multitud de veces por las mismas calles, entendí que ninguna parte era el principio y el final de mi recorrido y que lo que yo esperaba encontrar, ese vacío o nada, ese número neutro o disyuntivo, solo era mi propia sombra. Muy en realidad aquello por lo que me dejaba llevar y ansiaba encontrar era yo mismo, un destino hacia ningún lugar, un viaje hacia la identidad. No obstante las personas que yo conocía no iban en esa dirección; paseaban por las calles de Almería hacia lugares concretos; perseguían sitios de gestión o de depósitos y hasta de ocio; sus viajes eran determinados y acotados; tenían una finalidad. En ningún caso iban detrás de lo que yo entendía como ninguna parte, mi ninguna parte. Me entristecí, entonces. Por aquellas calles iban los almerienses lejos de sus propias sombras. Ya no quedaban en Almería sombras simétricas sino deformes. Nadie pasaba por la calle en la misma dirección que sus fantasmas. Todo cuando veía con mis ojos era la consecuencia de un pueblo que ambicionaba ser lo que fue y que no deseaba evolucionar hacia otra cosa. Cada mirada en las esquinas iba hacia atrás y hacia la memoria y despreciaba el viraje hacia el limbo del futuro, hacia el puente de la trasformación, mi ninguna parte. A pesar de todo seguí mi trayecto entre perdido y encontrado hacia mi sombra y aunque no sabía si iba a poder alcanzarla seguí mi paso firme tras ella. Mi sombra era rápida y esquiva; estaba llena de susurros y de sonidos mudos. El recorrido hacia ella era infinito. En el horizonte estaban mis fantasmas.

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