Metafóricamente hablando

Lo que le pasa a las mujeres se queda en el gineceo

Una de sus actividades lúdicas favoritas, era entrar en una librería, husmear entre los estantes llenos de libros, pasar sus páginas oliendo a tinta y a papel nuevo, leer las sinopsis, y elegir algunos de ellos. Corría el riesgo de equivocarse, aunque siempre había oído o leído previamente alguna crítica sobre los mismos, pero incluso ese riesgo le atraía. La literatura conseguía multiplicar por infinito sus conocimientos sobre el mundo, la historia, los seres humanos y sus emociones… Leer, era como vivir varias veces simultáneamente. No obstante, era evidente, que siendo los autores de sus lecturas hombres mayoritariamente, se perdían numerosos matices que solo podían ser captados por una mente femenina, cuya educación, normas sociales, biología y sicología, habrían dado otro punto de vista al prisma de la realidad, e incluso de la imaginación creativa. Algo tan evidente, muchas veces pasaba desapercibido incluso para ella. De las guerras a la filosofía, del amor al sexo, de las emociones a la ciencia, todo podía ser reinterpretado por un cerebro femenino, al menos esas eran las conclusiones a las que se llegaba sin mucho esfuerzo, analizando el papel tan distinto que hombres y mujeres jugaron a lo largo de la historia. Actualmente neurobiólogos como la doctora Brizendine, habían diseccionado el cerebro femenino de una forma científica, concluyendo que las diferencias con el masculino influyen en nuestra conducta, sentimientos, modo de entender el mundo, de relacionarnos entre sí, etc…Sin ir más lejos, hacía unos días que asistió a la presentación de un libro cuya autora era una mujer, siendo el tema sobre el que versaba de índole intimista, y contra todo pronóstico la sala estaba llena. Aunque lo sorprendente para ella no fue la afluencia de público, sino el sexo de los asistentes, que en su mayoría eran mujeres, a pesar de ser una obra reconocida con un premio nacional de literatura. Eso le hizo preguntarse por qué la visión e interpretación del mundo, de la vida, y sobre todo de las emociones, que hacía una mujer no despertaba el interés en la otra mitad de la población, y pensó que quizá sería porque lo femenino había sido considerado durante tantos siglos como una debilidad, que no alcanzaba a tener el valor suficiente como para perder un minuto de su valioso tiempo. Irónicamente recordó una famosa frase de los díscolos personajes que se van a las Vegas a echar alguna cana al aire, y dicen: "Lo que pasa en las Vegas, se queda en las Vegas". Trasladando la frase al presente, y muy a su pesar, pensó: "Lo que pasa a las mujeres, se queda en el gineceo". Paradójicamente, aunque Aristóteles hacía siglos que había muerto, su pensamiento permanecía en el subconsciente colectivo, y la humanidad seguía perdiéndose la mitad de su riqueza.

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