¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

La paternidad de Blas Infante

Nadie reconoce a Infante como padre de la patria andaluza, un título tan pretencioso como falaz que él no solicitó

Blas Infante merece un homenaje, pero no por ser padre de la patria andaluza, título absurdo y mentiroso por mucho que lo intenten fundamentar el preámbulo de nuestro Estatuto de Autonomía o los intelectuales orgánicos que llevan viviendo del perol de las subvenciones culturales desde que se apagó la lucecita del Pardo. El homenaje tampoco se lo debemos a Infante porque fuese asesinado sin juicio ni sentencia formal en los días posteriores al 18 de julio de 1936. Al fin y al cabo, no podemos ni debemos cargar con los crímenes y pasiones de nuestros abuelos y, como dijo Jefferson, el mundo pertenece a los vivos. Pero sí estamos en deuda con este notario con fama de extravagante por el hecho de que sus despojos, después de cuarenta años de democracia, sigan enterrados en una fosa común llamada Pico Reja, en el cementerio de Sevilla, junto a los de otras 1.100 personas. La existencia de esta gran tumba política, al igual que tantas otras de nuestra geografía, es algo que debería avergonzarnos como sociedad.

Dicho esto, no sabemos qué es peor, si el tono faltón de Vox para justificar su ausencia al homenaje a Blas Infante del pasado viernes en el Parlamento Andaluz, o la actitud hipócrita de tantos que, cuando no hay cámaras delante, ningunean con su habitual mala baba al supuesto prócer de Casares. Aunque es síntoma de civilización pitorrearse de los mitos históricos (no hay cosa más tonta que alguien cuadrándose ante el retrato de Isabel la Católica o Wifredo el Peludo), las bromas que se le dedican al autor de Ideal Andaluz son de una crueldad excesiva. La razón es sencilla: nadie reconoce a Blas Infante como verdadero padre de la patria andaluza, un título tan pretensioso como falaz.

El Gobierno del cambio debería acabar de una vez con esta pantomima. Los andaluces no necesitamos de esas chuminadas identitarias, propias de tenderos de Gerona y pastores de Guipúzcoa, para justificar nuestra existencia. El PP le debe demasiado a la mamela autonómica como para ponerse ahora contracultural, sin embargo Ciudadanos, un partido que nació como sana reacción ante las manipulaciones nacionalistas y pueblerinas, podría tomar la iniciativa para evitarnos este autoengaño que es colocar a Blas Infante en un altar que él no ha pedido. ¿Pero alguien ve a ese líder que es Juan Marín con el arrojo intelectual suficiente para cambiar una sola coma de los cuentos históricos políticamente correctos? Que levante la mano quien piense que sí. Nos lo temíamos.

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